Por Gabriela Selser /dpa
Managua
Al cumplirse seis meses del estallido de una rebelión cívica en Nicaragua, el presidente Daniel Ortega se esfuerza por controlar con las armas la protesta social, que no ha cesado, en medio de un creciente aislamiento internacional. Según sus detractores, su salida “sólo es cuestión de tiempo”.
“Ortega está completamente aislado dentro y fuera del país. Es una situación de deterioro total que llevará al colapso… viene en picada”, dijo en entrevista con dpa la excomandante guerrillera Dora María Téllez, fundadora del disidente Movimiento Renovador Sandinista (MRS).
Téllez, quien permanece oculta por amenazas de muerte, sólo puede dar declaraciones por teléfono. El MRS, proscrito y minoritario, forma parte de la recién creada coalición Unidad Nacional Azul y Blanco (UNAB) y es sindicado como el artífice de “un complot terrorista” para derrocar a Ortega, de casi 73 años y en el poder desde hace 11.
“Aquí no hubo complot sino una crisis gravísima resultado de fraudes electorales, corrupción y autoritarismo. Ortega no ha podido revertir los factores estructurales de esta crisis y se mantiene en control solamente vía represión, utilizando policías, paramilitares y unos pocos jueces que hacen las veces de pelotón de fusilamiento”, sostuvo.
Desde que comenzaron las protestas el 18 de abril, el país vio caer cientos de estudiantes universitarios bajo las balas disparadas por policías y paramilitares. Según ONG de derechos humanos, casi 400 personas han muerto, más de 2 mil resultaron heridas y hay más de 300 detenidas. El Gobierno reconoce 200 víctimas.
A los 23 años, Téllez fue parte de un comando guerrillero que en 1978 asaltó el Palacio Nacional de Managua, sede del Congreso leal al dictador Anastasio Somoza, derrocado un año después por los sandinistas, entre quienes estaban Ortega y la propia Téllez. Jamás pensó vivir lo de hoy.
“Nadie tiene imaginación para semejantes niveles de brutalidad. Nosotros que vivimos otra dictadura, nunca pensamos que Ortega iba a llegar a los extremos de los Somoza. Pero llegó y esa es la desgracia”, dijo.
A su juicio, esa “fuerza de represión” siempre estuvo ahí, en silencio: “Los paramilitares, los torturadores, los delatores en los barrios, son los mismos que cometían fraudes en las mesas electorales, los que nos atacaban en las marchas. Pero ahora Ortega tocó un botón y los hizo actuar a nivel masivo y dirigidos”.
UN NUEVO CAPÍTULO
Los incidentes más recientes ocurrieron el fin de semana, cuando la Policía detuvo a 40 manifestantes, entre ellos varias dirigentes del MRS, que se disponían a realizar una marcha cívica en Managua. La presión interna e internacional provocó su excarcelación al día siguiente, pero las protestas siguen prohibidas.
Según la opositora, el veto policial a las manifestaciones, anunciado hace dos semanas, agravó el conflicto. “Ahora estamos bajo un estado de excepción real, de facto, que violenta la Constitución Política, en la que se consigna claramente el derecho de reunión y libre movilización”, observó.
Opinó que tales medidas no revelan fortaleza sino “un proceso de asfixia del régimen, porque la economía también va en caída libre” a causa de la paralización del turismo, el desplome de la inversión y las recaudaciones, con pérdidas estimadas en más de 2 mil 500 millones de dólares según economistas.
“Somoza llegó hasta el último momento con la Guardia Nacional intacta y la represión era tremenda. Ortega tampoco gobierna, manda. Él manda sobre su aparato represivo, no hay políticas públicas, el Estado apenas funciona, y eso no es gobernar”, dijo.