Víctor Ferrigno F.
El pasado lunes 8 de octubre, el Panel Internacional sobre Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés) emitió un informe especial en el que advierte que el calentamiento global se ha acelerado y que los efectos del Cambio Climático (CC) ya están aquí, provocando fenómenos extremos, como incremento del nivel del mar, descenso del hielo en el Ártico, ciclones, inundaciones, sequía, hambruna y migración.
El IPCC advierte que es probable que el calentamiento lleve a un aumento de 1,5 grados centígrados entre 2030 y 2052 si mantenemos el ritmo actual de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI).
El informe apunta que para cumplir con el Acuerdo de París, se necesita una transición sin precedentes y cambios rápidos y de gran alcance en la electricidad, la agricultura, las ciudades, el transporte y la industria. Se requiere una disminución en 2030 del 45% de las emisiones de dióxido de carbono (CO2), el principal GEI, respecto al nivel de 2010. Lo anterior es improbable por la falta de voluntad de los gobiernos, los empresarios y la ciudadanía del orbe.
Utilizando una nueva metodología (2016), el Banco Mundial ha cuantificado que los impactos de los fenómenos naturales sobre los pobres ascienden, anualmente, a 520 mil millones de dólares a nivel mundial, empujando a 26 millones de personas a la pobreza cada año. En América Latina y el Caribe, las pérdidas provocadas por desastres equivalen al doble de las estimaciones anteriores, alcanzando un promedio de 84 mil millones de dólares al año.
En el diario vivir, todos estos datos se convierten en destrucción y muerte. Escribo bajo los embates del huracán Michael que, en un recuento inicial, ha dejado quince muertes y tres personas desaparecidas en América Central (6 en Honduras, 5 en Nicaragua, 3 en El Salvador y 1 en Costa Rica).
En Honduras, 7 mil 013 personas han sido afectadas, 3 mil 019 personas evacuadas y 2 mil 746 personas están en refugios. En Nicaragua, 24 mil personas están afectadas y 3 mil 267 personas en refugios. En Costa Rica, 125 mil 190 personas afectadas y 2 mil 793 personas en 28 albergues. Las autoridades nacionales están tratando de responder a la devastación en sus respectivos países.
En Guatemala, la situación más grave ha sido la sequía precedente al huracán. No llovió durante 52 días seguidos en el Corredor Seco, provocando que unas 300 mil familias perdieran sus cosechas. El Gobierno considera que se necesitan unos Q600 millones para hacer frente a la emergencia. Los comunitarios, sin esperanzas de recibir ayuda, preparan su emigración al norte.
En agosto de 2017, varias agencias de la ONU presentaron un estudio sobre el Corredor Seco de C.A., demostrando cómo las crisis alimentarias son la principal causa de la migración a EE. UU., como en 2016, cuando el número de migrantes detenidos se disparó a 408 mil 870 en la frontera sur.
El Índice de Gestión de Riesgos INFORM (acrónimo de Index for Risk Management) evidencia la gran vulnerabilidad de Guatemala ante los fenómenos naturales y el CC, ya que más de un tercio de la población y la mitad del territorio nacional acusan muy alto o alto riesgo de crisis humanitaria.
La contaminación de los países industrializados provoca el CC, el cual afecta a las naciones pobres, generando hambruna y migración. En ese mundo globalizado, donde los migrantes son tratados como delincuentes, en nombre del progreso cavamos nuestra propia tumba.