Por TODD PITMAN, ESTHER HTUSAN y DAKE KANG
GUCHENG, China
Agencia (AP)

Eran las primeras fotos que Marip Lu tomaba de su hijito y se sintió acongojada al pensar que podrían ser también las últimas.

El niño de tres años se encontraba en la sala de estar de una vivienda de una zona rural de China, viendo dibujos animados en la televisión. No tenía idea de que su madre tenía que tomar una decisión durísima: quedarse con él y con la familia que la tenía cautiva, o irse sin él y ser libre.

Seis años antes, afirmó Marip Lu, la drogaron, la secuestraron y se la llevaron a esta localidad tan distante de su Myanmar natal. Sostuvo que fue golpeada, obligada a “casarse” con un hombre con trastornos mentales y violada numerosas veces. Sus presuntos captores lo niegan.

Marip Lu es una de decenas de mujeres de Myanmar que fueron llevadas por la fuerza a China. Una organización que las representa dice que tan solo en su estado de Kachin unas 50 mujeres fueron secuestradas el año pasado y que esa cifra va en aumento. El gobierno de Myanmar afirma que ha habido unos 1 mil 100 casos de este tipo desde el 2010.

Organizaciones de derechos humanos dicen que este fenómeno, conocido como “tráfico de novias”, es consecuencia directa de la vieja política que permitía un solo hijo por familia. A raíz de esa política, hoy hay 30 millones de hombres más que de mujeres.

La Associated Press entrevistó a Marip Lu, a familiares suyos, a la organización que facilitó su rescate y a la pareja acusada de mantenerla cautiva. Si bien la pareja niega que ella haya sido violada o víctima de abusos, no pudo explicar cómo fue que terminó en su casa ni cómo fue que conoció y “se casó” con su hijo, que tiene trastornos mentales.

“Es triste hablar de las cosas de la familia, no tocamos el tema”, dijo el padre, Li Qinggong, el explicar su reticencia a hablar del asunto.

Marup Lu dijo que decidió abandonar su ciudad de Laiza e irse a China porque unas migas le dijeron que podía conseguir trabajo en un restaurante de la vecina Yingjiang. Pero fue drogada cuando desayunaba una mañana y cuando recuperó el conocimiento, estaba en una carretera, en el asiento trasero de una motocicleta.

La pusieron en un autobús y posteriormente en un taxi que la llevó a una casa donde fue recibida por una pareja de mediana edad. La pareja, Li Qinggong y su esposa Xu Ying, tenía un su hijo treintañero, Li Mingming.

La pareja le dijo que durmiese en la habitación del hijo. Esa noche, Li Mingming se le acercó desnudo y empezó a toquetearla. Pero súbitamente se detuvo. Ella pronto se dio cuenta de que el hombre tenía trastornos mentales.

La mujer dijo que durante meses la pareja no la dejó sola. Le pegaban, la insultaban y la obligaban a hacer las tareas del hogar. Hasta que un día de invierno, la llevaron a su habitación, donde Li Qinggong la violó, según denunció.

Nunca se había sentido tan sola ni tan desamparada.

Pasaron las semanas, los meses y los años. El 23 de septiembre del 2013, Marip Lu dio a luz un varón.

Si bien ella insiste en que el padre es Li Qinggong, la pareja lo trata como su “nieto”.

Marip Lu quería mucho el niño, pero no veía la hora de escaparse.

Un día encontró un teléfono viejo en la basura. Trató infructuosamente de llamar a su familia. Luego comenzó a discar números al azar de Yunnan, provincia china fronteriza con Myanmar.

Hasta que una mujer respondió en Kachin, un idioma que no escuchaba desde hacía años. La mujer vivía en Yingjiang y tenía un familiar que iba a viajar a Laiza.

Marip Lu le dio la dirección de su cuñado y la mujer le golpeó la puerta.

Días después, Marip Lu llamó a su casa por primera vez desde que se fue, llorando.

En Laiza, la organización Myu Shayi tomó su caso. Una activista llamada Hkawn Shawng le dijo que instalase la aplicación de mensajes WeChat en su teléfono, que le daría acceso a un mapa digital donde podían ver dónde se encontraba exactamente.

Hkawn Shawng le escribió una carta a las autoridades chinas pidiendo que rescatasen a la mujer.

Meses después, dos patrulleros llegaron a la casa de Marip Lu en Gucheng y la llevaron a una comisaría, en la que contó su historia. Después de varias horas, no obstante, llamaron a la familia china para que se la llevase, diciendo que irían por ella más tarde.

No está claro lo que sucedió después, pero Hkawn Shawng especula que la policía fue comprada o simplemente no se interesó en el asunto. La policía se negó a hablar del tema con la AP.

Pero no todo estaba perdido: Myu Shayi decidió enviar a alguien para que se la llevase.

El 3 de mayo del 2017, Marip Lu le dijo a su hijo que se fuese a la cocina. Cuando quedó sola, corrió hacia una motocicleta propiedad de la familia, con los ojos llenos de lágrimas.

Fue a un pueblo vecino y le hizo llegar por mensaje su ubicación GPS al conductor de Myu Shayi. Lo detectó parado junto a una camioneta y corrió hacia él.

“¡Apúrate!”, le gritó el hombre. “¡Sube!”.

Después de viajar varios días, llegaron a un camino de tierra. Estaban en Myanmar. Marip Lu había vuelto a casa.

Cuando la AP la entrevistó, un año después de su fuga, no ocultaba el rencor que sentía hacia la familia que la retuvo por tanto tiempo.

En junio, abrumada por el deseo de hablar con su hijo, se comunicó con Li Qinggong, quien se negó a pasarle el teléfono al muchacho, según relató la mujer.

Marip Lu quiere que le entreguen al pequeño.

Pero Hkawn Shawng, la mujer que organizó su rescate, dice que eso es prácticamente imposible. Su organización facilitó al regreso de más de 200 mujeres a Myanmar desde el 2011 y en todos los casos los hijos quedaron atrás.

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