Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt
Desde hace muchos meses se venía hablando de la posibilidad de que el presidente Jimmy Morales diera un salto al vacío en su empeño por acabar con la lucha contra la corrupción y el mismo se produjo un año después de su declaración de persona Non Grata al comisionado Iván Velásquez. Primero fue su patética comparecencia rodeado de militares y policías en un escenario que recordó los viejos tiempos de autoritarismo en el país, aunque esta vez tuvo que recurrir también a la PNC porque no le bastó la presencia de los mandos militares. Luego su orden, sin fundamento legal, para impedir el ingreso del Comisionado al país puesto que entre sus facultades regladas no está la de decidir sobre si alguien puede entrar o salir del país.
Y paralelamente el Congreso corre para aprobar una reforma a la ley de Antejuicios de manera que puedan desaforar sin problema a los magistrados de la Corte de Constitucionalidad que no apañen las acciones arbitrarias e ilegales. En otras palabras, es la misma situación que se vivió cuando Jorge Serrano dispuso romper el orden constitucional al atentar contra otros poderes del Estado y evidentemente el país se encamina a una situación calcada en ese precedente que tendrá consecuencias terribles.
Jimmy Morales sabe cómo empezó todo esto, pero la gran pregunta es si entenderá cómo va a terminar el asunto. Está ahora confiado en que el apoyo de las fuerzas armadas y de decisivos factores de poder en Estados Unidos, pero las reacciones mundiales son enérgicas y en el Congreso norteamericano hay una postura bipartidista en contra de lo que, aparentemente, han apañado en el Departamento de Estado por la influencia de quienes no sólo agradecen la postura en el tema de la Embajada en Israel, sino también porque ven a Morales en una situación similar a la que encara en Estados Unidos el mismo Presidente.
Serrano al principio de su osada aventura sintió mucha confianza precisamente porque Estados Unidos no se pronunció y porque contó con el apoyo de la cúpula militar. También se sintió cómodo porque la reacción ciudadana no se mostró inmediatamente, pero todo ello empezó a cambiar y con eso empezó su debacle.
Todos sabíamos que era apenas cuestión de tempo para llegar a esta situación y en realidad no puede hablarse de ninguna acción y decisión sorpresiva. Pero lo pensó mucho tiempo el gobierno, así como sus otros aliados en la Dictadura de la Corrupción, porque entendían que era un viaje sin retorno y que una vez emprendido finalmente todo iba a depender del uso de la fuerza. Pero precisamente eso, el uso de la fuerza, es lo que va a generar un cambio de actitud de un pueblo que ha sido hasta indiferente pero que no quiere una vuelta a aquel pasado oprobioso de regímenes dictatoriales y represivos. Los guatemaltecos en su mayoría entienden los efectos de la corrupción y saben que el país no tiene futuro regresando a ese trágico y sucio pasado, conciencia que les hará despertar de su letargo.