Eduardo Blandón
El presidente Jimmy Morales ha demostrado ser un pícaro de alto vuelo cuando al dar su última conferencia de prensa salió acuerpado por soldados del Ejército para, presumiblemente, advertir con violencia a sus adversarios. El set aunque poco original, ha quedado registrado para la historia.
¿Qué pienso de nuestro alicaído gobernante? En primer lugar, que es un hombre muy asustado. Sí, no lo demuestra porque lo de él es la actuación, las poses, el histrionismo, pero estimo que su agobio debe pesar sobre sus hombros y su tormento ha de ser bastante proverbial. En el fondo sabe que su destino cruel no estaba en el guion imaginario al comenzar su carrera política.
Creo que no solo sufre por la suerte ya decidida por los astros (en la que mucho ha tenido que ver su incapacidad y decisiones equivocadas), sino por arrastrar a sus seres queridos al infierno: hermano, hijos, esposa… familia en general. Obviamente, atenúa su angustia, autoengañándose, pensando en un Dios que lo acuerpa (como si fuera su Ejército celestial -a él lo castrense lo enloquece), imaginando que, como Job, eso se lo dicen los pastores servirles que le rodean, lo premiará al mejor estilo de los relatos bíblicos.
Jimmy es impredecible y la incertidumbre en esos niveles es peligrosa. Ya hemos visto que su torpeza puede ser explosiva, deletérea, dañina. Al tener visión corta, sus decisiones pueden arrastrar al país al despeñadero, campante, con buena voluntad, con ese mesianismo peligroso con el que decide sobre todos. Es muy fresco porque sabe que, si se equivoca, puede pedir perdón, liberando su conciencia para seguir embarrándola más y más.
Si su incapacidad es una amenaza cósmica en nuestro universo guatemalteco, causa vergüenza, además, la talla de sus asesores. Al parecer se trata de hombrezuelos cuya virtud fundamental es el uso de las armas. Enanos desproveídos de otro discurso que no sea la conveniencia propia (medrar mediante triquiñuelas y estafas al Estado) y la violencia contra los adversarios. Sumado, ya lo dije, a la debilidad de nuestro cómico por los uniformes.
Sin embargo, no solo soldados rodean al Presidente, también hay civiles como la ministra de Relaciones Exteriores, Sandra Jovel, entre otros. Empleados bravos, cerriles y cerrados. Obstinados. Librando una batalla de la que con el tiempo tendrán que avergonzarse por tanta estupidez inadvertida. Sopesando tardíamente los períodos perdidos en el estiércol al ejercer su función pública.
Para ese entonces habrá sido muy tarde. Solo quedarán las fotos. El Jimmy con su tropa loca, Jovel rabiando y mascullando… la mayoría desaparecidos, en mazmorras o huyendo. De nada les habrá valido tanta picardía, frente a la desolación que se les viene encima. No hay que ser profeta para adivinarlo.