René Leiva
Uvaruz, Caetano, paseábase por calles y plazas de Sevilla como sonámbulo, un extraño mecanismo en las manos con forma de tablilla, al que hablaba por un extremo y por el otro apoyaba una oreja. Denunciado a Tomás de Torquemada, Gran Inquisidor, éste condenólo a la hoguera por pacto con los espíritus inmundos.
Uxmal, Osberto, tras minuciosas observaciones y experimentos, descubrió que la sombra humana tiene más masa, volumen, densidad, peso, incombustibilidad que el cuerpo de carne y hueso que la proyecta, sobre todo en la penumbra y más en la oscuridad total. Fue muy influenciado por la teoría de los vacíos fólticos de Robles Silip.
Uz Pereda, Leonor, decidió no volver a escribir nunca más cuando vio multiplicado su primer libro en edición de 25 mil ejemplares, todos iguales.
Unesscu, Salcoin, seudónimo anagramático de Nicolás Suescún al publicar una muestra de su “Gran Diccionario Biográfico” en el número 200 de la revista ECO, obra que imaginó tendría un aumento puramente cuantitativo de otras cuantas personas redimidas del olvido. (Un diccionario que, son tantos los olvidados de ayer, hoy y mañana, continuado por otros, podría nunca acabar. N. del A.) (**Por un error de fotocomposición esta persona aparece unos nombres más abajo en el orden alfabético** N. de los E.)
Vaile, Enre, tuvo cierta celebridad en medios académicos de Bucarest por sus sabrosos ensayos acerca de la sabiduría gradual o evolutiva, adoptativa y adaptativa del lenguaje. Encontró de manera temprana no tan evidentes analogías entre las propiedades y funciones del lenguaje y la actividad cósmica, la naturaleza en sus distintas manifestaciones, el probable origen de la vida, la inteligencia humana y la razón, la intuición y la lógica.
Valerio, supuesto autor de un diccionario de alquimia esotérica que en realidad se creyó fue permutado a Abulakar por un plato de lentejas, sésamo y sorgo, más un racimo de uvas blancas.
Vidal, Lola, cronista de la sociedad pudiente y satisfecha en diarios impresos; celebrante pagada, según tarifa, del autobombo; redactora de gacetillas prefabricadas, con halagüeño lenguaje trivial; anunciadora, como si de productos de consumo masivo se tratara, de nacimientos y óbitos, bodas y bautizos, primeras comuniones y cumpleaños, viajes al extranjero y graduaciones, quince floridas primaveras y misas de réquiem, intervenciones quirúrgicas y felices recuperaciones de la salud, miles de nombres en el silenciado estanque de Lola Vidal.
Vidaurre Scheller, Martín, sus cátedras magistrales de Emprendimiento Corruptor, Impunidad Competitiva, Desigualdad Económica y Social Darviniana, Teología y Teodicea de la Propiedad Privada, Libertinaje, Individualismo y desigualdad entre otras de excelencia ideológica y académica, impartidas en la fascistoide Universidad Pedro de Alvarado (UPA), hicieron época, aunque sus detractores lo tacharon de entregado al caudal neoliberal, fanático extremista conservador, reaccionario social, derechista trasnochado, juicios éstos, entre otros, que él soportó con la beatífica e irónica sonrisa del sabio.
Vidualli, Vicenzo, espeleólogo, descubridor de humo fosilizado, apenas suspendido en el enrarecido aire, en una gruta cercana a Asmara, actual Etiopía, con una antigüedad aproximada de 335 mil años, según el Carbono 14. Curiosamente, en el lugar no encontráronse restos de hoguera o fogata que originara aquel humo ya petrificado, lo que Vidualli atribuyó erróneamente al nomadismo humano de entonces.
Con el ruego de no hacer cambio, quitar ni añadir nada a este texto, ni siquiera una coma (,), como ha sucedido.