El muchacho de 3 años con un corte de cabello tipo taza y una camiseta a rayas se aferraba a su padre en la parte trasera de una camioneta de la Patrulla de Fronteras.

POR ASTRID GALVÁN/AP
San Luis, Arizona, EE. UU.

Con los zapatos todavía embarrados por el cruce de la frontera, padre e hijo acababan de ser detenidos en un canal cerca de un muro en una húmeda noche de julio en Arizona. Antes de que el padre y sus tres hijos pudiesen adentrarse en Estados Unidos, un agente de la Patrulla de Fronteras intervino luego de verlos del otro lado de un muro fronterizo y les abrió un portón.

El padre entregó documentos que indicaban que pandilleros habían cometido delitos contra su familia, una de las justificaciones para solicitar asilo. Después de una espera, el hombre y sus hijos fueron transportados en una camioneta para ser procesados en un puesto de la Patrulla de Fronteras a unos 36 kilómetros (20 millas) de Yuma.

El encuentro presenciado por la Associated Press revela que las familias siguen tratando de ingresar a los Estados Unidos a pesar de las noticias diarias sobre las políticas inmigratorias de tolerancia cero del gobierno de Donald Trump. Este flujo de familias de América Central es particularmente intenso en este sector a menudo ignorado de la frontera con Arizona y California.

UNA REGIÓN SORPRENDIDA POR AUMENTO DE CRUCES

El Sector de Yuma de la Patrulla de Fronteras ha registrado un incremento del 120 por ciento en la cantidad de familias y menores no acompañados pillados en la frontera respecto al año pasado, sorprendiendo a muchos en una región que había tenido poco movimiento en la última década.

En lo que va del año fiscal, los agentes del sector de Yuma han detenido a casi 10 mil familias y 4 mil 500 menores no acompañados, lo que representa un aumento enorme respecto a hace siete años, en que fueron pilladas solo 98 familias y 222 menores no acompañados.

La política de Trump de separar las familias no parece contener esa marea. La Patrulla de Fronteras detuvo a un promedio de treinta familias diarias en junio, cuando las protestas por la separación de familias llegaron a su punto máximo. Yuma es ahora el segundo sector de más movimiento de familias que intentan ingresar ilegalmente a Estados Unidos, superado solo por el valle del río Bravo en Texas.

TAMBIÉN ES UN RETO PARA LA PATRULLA FRONTERIZA

Los agentes y las personas que intentan cruzar la frontera tienen que lidiar con muchas cosas. Partes de la frontera son urbanas, con muros y canales del lado estadounidense y jardines del lado mexicano. El sector incluye a Arizona y partes de California.

Traficantes de drogas y otros delincuentes cruzan la frontera por el desierto, pero la mayoría de las familias y de los menores simplemente lo hacen caminando o nadando, y al llegar al otro lado esperan ser detenidos, de acuerdo con el portavoz de la Patrulla de Fronteras José Garibay. Abundan los grupos grandes de personas que hacen el cruce.

Garibay cuenta que una vez encontró un grupo de unas 60 familias y menores.

La llegada de grandes cantidades de familias y menores plantea problemas logísticos ya que la Patrulla de Fronteras tiene una cantidad limitada de vehículos para trasportar a los inmigrantes a los centros de procesamiento de Yuma.

Muchos no entienden por qué tantas familias y niños de América Central vienen a Estados Unidos a través de este tramo de Arizona, desafiando el fuerte calor del verano, cuando hay caminos más directos que los llevan al valle del río Bravo en Texas, a más de 1.600 kilómetros (1.000 millas).

Garibay dijo que las rutas de la migración son controladas mayormente por los carteles que trasportan personas. El estado mexicano de Tamaulipas, por donde pasa el río Bravo, que hace de frontera, ha experimentado altos niveles de violencia asociada con los carteles de las drogas. El director del Servicio de Protección de Aduanas y Fronteras dijo hace poco que las bandas se pelean “por cada centímetro” de tierra para controlar el río a través del cual los migrantes son llevados a Texas.

¿YUMA, UN EJEMPLO DE SEGURIDAD FRONTERIZA?

Randy Capps, del Instituto de Políticas Inmigratorias, dice que la mayoría de las personas que cruzan por Yuma son guatemaltecos. Opinó que probablemente se dirigen a California y que el cruce por Yuma es tal vez el más sencillo y seguro.

Llegan a un tramo de la frontera que el gobierno ofrece como ejemplo de seguridad fronteriza. Fue alguna vez uno de los sectores más transitados antes de que se levantasen muros, mejorase la tecnología, la vigilancia a control remoto y llegasen más agentes, lo que dio lugar a una drástica caída en los cruces ilegales.

“Gracias al esfuerzo combinado de toda la agencia se transformó este sector en uno manejable, no como en 2005, en que hubo 138.000 detenciones”, dijo Garibay.

Yuma es un centro agrícola que depende mucho de la mano de obra inmigrante para las cosechas, mayormente de lechuga y dátiles. Cientos de trabajadores mexicanos cruzan la frontera con visas especiales para trabajar en el campo. Sus empleadores tienen que alojarlos y alimentarlos, y ganan unos 10 dólares la hora.

Yuma produce el 90 por ciento de la lechuga que se consume en Estados Unidos, una industria de 2.500 millones de dólares anuales. Si bien depende en gran medida de la mano de obra extranjera, Trump derrotó aquí por más de cinco puntos a Hillary Clinton en el 2016.

LA CONVICCIÓN DE MEJORES OPORTUNIDADES

Un viaje de 45 minutos hacia el sur de Yuma lleva a San Luis, Arizona, pequeña ciudad fronteriza donde negocios de ropa y restaurantes mexicanos se suceden en una calle que desemboca en México.

La misma noche que el niño de 3 años y su familia fueron puestos bajo custodia, un agente de patrulla cerca de Yuma divisó a dos hombres y dos adolescentes de 12 y 13 años, todos guatemaltecos, parados junto al camino, esperando ser detenidos. Habían cruzado a pie un canal en el que el agua les llegaba hasta las rodillas y sus pantalones y sus zapatos estaban mojados y sucios. Un agente les tomó los nombres, fechas de nacimiento y su país de origen, y los ubicó en un camión para que esperasen una camioneta que los trasportaría. Ni el hombre ni sus hijos dijeron nada cuando se los llevaban.

En un refugio para migrantes del lado mexicano de la frontera, este año han llegado más migrantes deportados que de costumbre. La Casa del Migrante “La Divina Providencia” recibía unos mil migrantes por mes en 2017. En lo que va del año está recibiendo 2 mil, según Martín Salgado, que dirige el refugio.

La mayoría de la gente atendida en el refugio son mexicanos deportados por Estados Unidos, aunque de vez en cuando se acercan también centroamericanos que buscan una comida caliente, una oración y una cama.

José Blanco, de 28 años, se fue de Honduras un mes antes de llegar al refugio. Él y otras dos personas intentaron cruzar la frontera ilegalmente cerca de San Luis, pero regresaron después de caminar seis horas, porque consideraron que hacía demasiado calor y hubiera sido peligroso continuar.

Blanco, quien tiene dos hijos en Honduras, dijo que se regresaría a su país en lugar de intentar de nuevo el cruce.

“Es muy duro esto en estos momentos”, dijo Blanco.

Artículo anteriorTras rechazo al aborto, Macri promete educación y anticonceptivos
Artículo siguienteExplosiones continúan en Volcán de Fuego