Arlena Cifuentes
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Los seres humanos estamos destruyendo el mundo. ¿Qué es hoy por hoy el ser humano? Yo diría que muy similar a un animal irracional, con la diferencia de que el hombre aún tiene la posibilidad de razonar, lo cual ya no hace o lo hace muy pocas veces. Toda vez que con el uso de la tecnología nos estamos robotizando cada día más, la mejor prueba de ello es la actuación de la clase política.

La vida es hoy una lucha por la sobrevivencia, aplicando la ley del más fuerte. La sociedad ha perdido toda dignidad y eso nos hace comportarnos irracionalmente. Nos estamos convirtiendo en un mundo cada vez más deshumanizado, carente de valores y aspiraciones colectivas, como una visión del rescate de la Nación, en donde cada quien como ser individual o colectivo vela únicamente por su propio interés.

El ser humano ha perdido su libertad y actúa por ambición, resentimiento u odio. Se ha perdido la autenticidad, el objetivo es la acumulación de la riqueza o del poder -no solo político sino también social- creyendo que únicamente lo material lo hará más libre y feliz, lo cual es una falsedad pues le esclaviza cada día más. ¿Cuál es en la actualidad el verdadero sentido de la vida del ser humano? Lo que realmente existe es un vacío existencial en el interior de cada individuo como consecuencia de una vida sin propósito que anime su ser interior. Somos el producto de una sociedad egoísta partiendo y girando alrededor del “YO”, es decir, del egocentrismo.

El compromiso con la responsabilidad individual de contribuir al logro de una mejor sociedad o con el que sufre, no existe. La ambición personal es la que prevalece en un mundo en donde la inteligencia se usa para fines perversos. Hemos perdido la sensibilidad, hace falta la bondad, el compromiso con la sociedad. Ya nada nos asombra, nada nos conmueve. No perdamos los resabios de humanidad que aún persisten, por nuestro desdén hacia el dolor y las condiciones de vida de nuestros semejantes.

El hombre nace puro, inocente, limpio. El mundo está de cabeza por nuestra permisividad, comodidad e indiferencia. Somos cobardes, no queremos asumir responsabilidades, somos espectadores. Todos callamos: calla la Iglesia, calla la sociedad, callan los políticos y todo porque nos conviene, porque hay intereses de por medio, y cuando estos se pronuncian, lo hacen desde su propia perspectiva sin tomar en cuenta las circunstancias y las necesidades de los demás.

La integridad, el amor y el respeto le dan forma a la dignidad. “La integridad es un compromiso con la verdad. El hablar y actuar con la verdad, representa la mejor evidencia de un carácter bien formado. Un comportamiento íntegro es una rara cualidad en un mundo donde pareciera que “cada quien tiene su precio.” (Copyright 2006. VCLi, versión 2.0). Ahora bien, la honestidad es un elemento fundamental de la integridad. Debemos ser consecuentes en lo que decimos y la forma en que actuamos; el mejor ejemplo en nuestro medio son las contiendas electorales, basadas en mentiras e hipocresía, sin ninguna congruencia entre lo que cada quien predica y lo que práctica.

El respeto y la disciplina son dos valores que se adquieren desde la cuna, qué enseñanza hemos venido inculcando a nuestros hijos y nietos, el producto está a la vista. Cada día más hogares desintegrados, madres y padres solteros, niñas embarazadas desde los once años o menos. Seamos honestos, los hijos se han venido a constituir en una carga muy pesada de la cual sólo deseamos deshacernos no importa el “cómo”. El amor incondicional a los demás es el elemento totalmente ausente hoy en el mundo, vivimos un individualismo aberrante.

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