Eduardo Blandón
El problema en nuestros días no es la tecnología ubicua que invade los espacios de la vida. Más bien puede que sea el síntoma de una enfermedad situada en el corazón mismo de las personas. La expresión de la sed o la manifestación de un deseo que presiona y ha encontrado cauces en las redes sociales y en el mundo digital en general.
Lo que puede significar quizá un problema de más largo aliento del que apenas avisemos algo en nuestro ánimo por conocer el virus que invade a jóvenes, no tan jóvenes y a veces algunos ya más entrados en años. Quiero decir que la crisis por la que atravesamos podría ser insuperable sin remedios puntuales que sirvan de apoyo para la salud de nuestros espíritus.
No es otra cosa lo que intenta hacer la compañía de Cupertino, al presentar su nuevo sistema operativo, el iOS 12, que vendrá con distintas aplicaciones para saber la cantidad de tiempo que invertimos en una función del iPhone determinado o el tiempo que pasa el usuario con su celular. Esto hace patente la preocupación de la empresa de la manzana mordida por la adicción global experimentada principalmente por los más jóvenes.
Lo que no es nada nuevo viniendo de Apple. Recordemos que Tim Cook, CEO de la empresa, en declaraciones a The Guardian, dijo que no creía en el sobreuso de la tecnología. De hecho, agregó, no “soy una persona que diga que llegó al éxito por usarlas todo el tiempo. No lo suscribo absolutamente”.
Ya es de antología la oposición de Cook para el uso indiscriminado de las redes sociales de su sobrino. “Hay algunas cosas que no permitiré, no le quiero en una red social”, concluyó. ¿Por qué tanto aversión a la social media y a la obsesión enfermiza de vivir con el celular muchas horas al día? Quizá quien mejor responda a esas preguntas sea Adam Alter, destacado psicólogo estadounidense, evangelista por el desenganche de las redes sociales.
Según el profesor de la Universidad de Nueva York, la tecnología nos hace menos felices como comunidad y sociedad. El tiempo que le dedicamos a los teléfonos y las redes sociales nos distancia de lo que nos hace más humanos, pero además, subraya, nos vuelve homogéneos. Por ello, el investigador sugiere hacer más deporte, dedicarnos a nuestras aficiones, pasear por la naturaleza y, más aún, conversar cara a cara.
¿Cómo se detecta la adicción? Dejemos que lo explique Alter:
“La primera señal es social, si compromete las relaciones. La segunda es financiera, si esa interacción acaba costando más dinero del pensado. La tercera es física, porque la pérdida de atención puede causar un accidente o porque no se hace ejercicio. Y la cuarta es psicológica, porque cambia la manera en la que afrontas el aburrimiento. Esto último parece una tontería, pero el teléfono está ocupando cada segundo que tienes libre. Está bien que no te aburras, pero del aburrimiento surgen ideas”.