Nicaragua vuelve a vivir momentos críticos en la lucha de su pueblo contra las dictaduras que le han afectado tanto a lo largo de su historia. Tras el triunfo de la Revolución Sandinista que tuvo como eje central de su esfuerzo el combate a la tiranía de los Somoza, se pensó que ese país quedaba curado de espantos y que la democracia tendría larga vida. Sin embargo, la política es veleidosa y las ambiciones pervierten hasta los mejores procesos.

Daniel Ortega fue, junto a su hermano, dirigente destacado del Sandinismo y su postura contra la dictadura fue factor para que destacara políticamente, pero muy pronto el autoritarismo y la ambición lo perdieron, haciendo de él otro dictador más en la historia de Nicaragua y cuando el pueblo se opuso a decisiones de gobierno, recurrió brutalmente a la represión que ha dejado ya un reguero de sangre.

El pueblo nica ni se doblega ni se rinde y eso lo demostró en la lucha contra la dictadura de Somoza, y ahora nuevamente reacciona ante otra forma de tiranía y se planta con energía desafiando todos los peligros habidos y por haber. El enfrentamiento ha sido muy fuerte y la lucha plantea ya la posibilidad de otra guerra civil, lo que ha forzado a la comunidad internacional a condenar con energía el comportamiento brutal de represión del oficialismo.

Pero especial mención merece la Conferencia Episcopal de Nicaragua, que reúne a los obispos de todo el país, porque su postura ha sido enérgica en defensa de su pueblo. No se trata de intromisión de los prelados en asuntos políticos sino de un claro y decidido acompañamiento de aquellos que están siendo objeto de represión y violencia. Fueron las más de 300 muertes que se han dado lo que motivó a los Obispos a plantarse y demandar respeto a la ciudadanía y ahora Ortega, con el mismo tono y lenguaje propio de todas las dictaduras, simplemente los acusa de ser complotistas, desestabilizadores y de hacer política en contra de su misión apostólica.

Siempre los tiranos buscan y encuentran los argumentos y momentos para descalificar a quienes les critican y a quienes reclaman verdadera democracia. Ortega y su pareja Murillo se pintan ya como parte de la peor especie de tiranuelos, porque esa especie es la que no contenta con aniquilar la libertad política, recurre a la violencia en forma descarada para reprimir a cualquiera que se les ponga en el camino. Es una vergüenza lo que hacen los Ortega y Murillo con un pueblo al que en su momento dirigieron en las ansias de democracia.

Redacción La Hora

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