Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

post author

Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

No había reparado en el transcurso del tiempo, pero en estos días, ante algunos cuestionamientos sobre si se puede hacer política y ser periodista, sobre todo si se es dueño de un medio de comunicación, reparo en que llevo más de medio siglo en este oficio, escribiendo diariamente sobre diversos temas pero, sobre todo, sobre la realidad de nuestro país y aunque uno quisiera comentar con frecuencia avances, expresar alegría por mejoras en la calidad de vida de los habitantes, a lo largo de más de cinco décadas ha sido recurrente hablar de la necesidad de cambio porque no hemos logrado avances y, peor aún, en los últimos años vemos retrocesos dramáticos en los indicadores del desarrollo humano, de la pobreza, de la migración, del crecimiento económico integral y de los resultados en educación y salud, no digamos en nutrición cuando tenemos más de la mitad de nuestros niños sufriendo los efectos de esa desnutrición crónica.

Por supuesto que a la par podemos ver esa Guatemala de primer mundo en donde podemos disfrutar de todas las comodidades de la vida moderna y el desarrollo, con acceso a servicios de primera calidad y con oportunidades de negocio que permiten una vida próspera para quienes se educan en universidades prestigiosas y se insertan en el mercado de las posiciones ejecutivas en rendidoras empresas.

Nunca he pensado que para mejorar lo primero, nuestro rezago social, se deba eliminar lo segundo, sino que se debe promover un esquema más parejo de oportunidades. No es fácil, desde luego, alcanzar un reto de esa naturaleza pero si sé que es imposible en la medida en que el Estado siga siendo viña para hacer negocios, para enriquecer a sus funcionarios y privilegiar a los financistas de éstos, pues será imposible implementar cualquier política pública porque todo se centra en el negocio de la corrupción.

Lo he dicho hasta el verdadero cansancio porque la relación entre corrupción y el fracaso del Estado es más que obvia y no es una respuesta simplista al fracaso que soportamos, sino que es una absoluta realidad que se desnudó, por fin, cuando se produjeron los sucesos del año 2015 que evidenciaron la piñata en que se convirtió el erario a lo largo de un proceso que viene de muchos años atrás.

Los periodistas tenemos que relatar la realidad y la misma no es grata y lastima. Pero es un oficio “pierde amigos” cuando se tienen que señalar situaciones que incomodan a quienes pretenden que nos limitemos a pintar un panorama idílico del país para no alejar la inversión extranjera. Pero si el país tiene pocos avances y le abundan los problemas, no podemos meter la basura debajo de la alfombra y al exponerla, muchos se sienten ofendidos.

Tanto denunciar, tanto criticar sin cambios es frustrante y cuando hay una oportunidad de hacer en vez de señalar, es preciso dejar hasta la comodidad de una vida placentera, rodeado de tantos hijos y nietos, para hacer un aporte. Pero sigo siendo el mismo y el compromiso persistirá en el terreno que sea. He querido dejar a esos quince nietos una esperanza y ese sueño me inspiró y me sigue inspirando.

Artículo anteriorBroche de oro para Guatemala en Barranquilla
Artículo siguienteConflicto de interés