Eduardo Blandón

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Fecha de nacimiento: 21 de mayo 1968. Profesor de Filosofía, amante de la literatura, fanático de la tecnología y enamorado del periodismo. Sueño con un país en el que la convivencia sea posible y el desarrollo una realidad que favorezca la felicidad de todos. Tengo la convicción de que este país es hermoso y que los que vivimos en él, con todo, somos afortunados.

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El libro “Los salesianos en Guatemala. 1929-1987”, publicado en 1988, presenta la crónica de los orígenes de la presencia de los hijos de san Juan Bosco en Guatemala.  El texto relata la presencia de los primeros misioneros italianos que fundaron obras en el país, a partir de la llegada del “patriarca”, según ellos llamaron, al Padre Manuel Isaac Sicker.

Sobre los orígenes se dice lo siguiente:

“En 1904, Monseñor Salvador Castañeda –Arcediano de la S.I. Catedral de Guatemala– en su viaje a Roma, pasó por Turín y suplicó a Don Miguel Rúa (ahora Beato), primer sucesor de Don Bosco, que enviara algunos Salesianos a Guatemala para hacerse cargo de la construcción de un santuario dedicado al Sagrado Corazón de Jesús, sobre la cumbre de la colina que había comprado a la familia Collado-Caballeros”.

Aunque la respuesta del sucesor de Don Bosco fue positiva, tomó algún tiempo para que se diera.  Para ello, resultó favorable la visita de Monseñor Juan Cagliero a Guatemala en 1909, quien como Delegado Apostólico (aunque era también hijo de Don Bosco), alentó y apresuró la venida de los religiosos.

La crónica se refiere a la mediación también de otros insignes religiosos italianos que colaboraron para hacer efectiva la presencia salesiana en Guatemala.  Se mencionan, por ejemplo, al Padre José Misieri (primer Inspector de la Provincia del Divino Salvador en Centro América) y después, al Padre José Reyneri, autoridad a la vez del espacio de administración religiosa.

La presencia de los religiosos italianos se enfocó desde el principio en la atención de la juventud.  Para ello, ya en el año 1928 se les ofrece la atención del “Colegio de Infantes”.  Con ello, se estrenan en el país y florecerán a lo largo del pasado siglo XX.

Sobre esa experiencia inicial se dice lo siguiente:

“El 1º de mayo de 1928, Monseñor Giorgio Caruana, Administrador apostólico de la Arquidiócesis de Guatemala, se dirigía al varias veces citado P. José Reyneri, pidiéndole una fundación en la capital y ofreciéndoles, para el efecto, la dirección de ‘un instituto educativo para muchachos’, conocido con el nombre de ‘Colegio de Infantes’, administrado por la Mitra bajo la dirección del Arzobispo”.

De esa manera, una vez cumplidos los protocolos y el intercambio de misivas, arribó a Guatemala el 29 de enero de 1929, el Padre Manuel Isaac Sicker.  El misionero dice haber llegado a las 12 del mediodía al palacio arzobispal de Guatemala, donde se entrevistó con Monseñor Luis Durou y Siure.

En su diario el Padre Sicker lo recuerda así:

“El día 31 de enero tomé posesión de la Dirección del Colegio de Infantes, con el personal que encontré: cinco maestros… y 29 niños de 7 a 16 años”.

La atención al Colegio de Infantes no duraría mucho tiempo.  Así, en 1932 se le ordenó al mismo Padre Sicker entregar la obra a los hermanos maristas y empezar una nueva presencia educativa en lo que sería hoy el Colegio Salesiano Don Bosco.  Para ello, tuvo que hacerse diversas gestiones en las que se mencionan siempre al Padre Sicker y a Monseñor Salvador Castañeda.

La crónica de los religiosos italianos en Guatemala se encuentra en edición y aparecerá próximamente para satisfacción de los lectores y los que quieran hacer memoria y justicia de tantos misioneros que entregaron su vida en bien de la feligresía guatemalteca.  Desde este espacio daremos oportunamente la información.

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