Ana Cristina Morales

crismodenesi@gmail.com

Médica y cirujana licenciada por la Universidad de San Carlos de Guatemala, especializada en psiquiatría con arreglo al Programa USAC/IGSS. Con las especializaciones de atención en psicoterapia a mujeres maltratadas, así como en adicciones y Supervisora psicosocial. Autora de -Aprender a perdonar. “Una herramienta en psicoterapia”, publicación personal, y coautora del artículo: “Consecuencias biopsicosociales del abuso sexual”, del libro Síndrome de intestino irritable y otros trastornos relacionados, publicado por Editorial Panamericana. Del libro “El perdón y la salud” de editorial Plataforma. Columna de opinión “Conversando con la Psiquiatra” en el periódico guatemalteco “La Hora”, Trabaja en oficina privada como psicoterapeuta y psiquiatra.

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Dra. Ana Cristina Morales Modenesi

Convivir en la cotidianidad con una persona con problemas en el ámbito de la salud mental no es fácil y puede conducir al deterioro de la salud. Incluso para los psiquiatras que comparten tan solo el momento de la consulta resulta ser una experiencia difícil y algunas veces frustrante.

La esquizofrenia es una enfermedad mental y existen diferentes tipos, y gracias al advenimiento de nuevos fármacos se puede ayudar a que sus signos y síntomas remitan y a una mejor inserción a la vida familiar, social y laboral de los pacientes. El siguiente relato de manera desafortunada la paciente no ha tenido una buena respuesta al tratamiento.

La madre permanece con agonía ante la vida de su hija y esto le provoca malestar e indignidad con ella misma. ¿Cómo una madre puede sentir eso? Además, se conjuga el hecho de que pese a su sentir continúa deseando la prolongación de su existencia. ¿Qué sentido tiene ser madre sin tener la presencia de su hija?

Ella es mi única hija, era muy inteligente, estudió para bachiller en computación y sus resultados académicos eran motivo de orgullo para su padre y para mí. Pero ya llegando la época de despegarse y trabajar comenzó su enfermedad mental y todo esfuerzo por ver su futuro prometedor se desvaneció. Su comienzo fue alarmante para nosotros, nunca antes habíamos visto conductas perturbadoras. Era nuestra princesa y ahora dentro de ella existía algo diferente y nos daba miedo, por ella y nosotros. Ella comenzó con no poder dormir, hablaba sola y alegaba e insultaba, se le observaba con miedo y se escondía bajo su cama o dentro del closet. Su amabilidad en su rostro se fue y este quedó sin expresión, su mente enfermó, estábamos acostumbrados a lidiar con otras enfermedades, pero con esta no. Mi marido ya se fue hará unos cinco años, él me ayudaba cuando se ponía mal. Han sido muchos años, ahora ella ya en los 40 y lo único que pido es que su conducta pueda ser llevadera, al no ser agresiva y al permitirme el descanso nocturno.

Mi hija se pasa muchas horas, al día, sola frente a una pared sin decir nada y cuando habla lo hace sola. Ella tiene su propio mundo en el cual estoy excluida y no entiendo. Ahora yo envejezco y me cuesta todo, no tengo ayudas y la esperanza se agota. Mi deseo es paz y serenidad que se ve irrumpido con cada crisis de ella. Logro vivir con el agobio de ver su situación pero no tengo fuerzas para batallar más y ahora sola.

La hija oye todo y al parecer no se inmuta ante lo dicho. ¿Qué podrá sentir o pensar?

Es de considerar que no vive en intercambio con la vida, se encuentra en soledad y cuando esta se descontinúa lo vive con malestar. Observa la pared y parece ser que su vínculo con las cosas fuera natural y todo con lo humano la deriva a un estado de estupor. La consulta a su médico termina al dar este las prescripciones de medicamentos los cuales explica a la madre quien manteniendo una actitud de agobio y desesperanza permanece estoica ante su infortunio. Sin embargo, con su paciente sucede algo insólito al despedirse ella. Lo contacta con una leve sonrisa lo que provoca en este cierta sensación de alivio.

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