Adolfo Mazariegos

Politólogo y escritor, con estudios de posgrado en Gestión Pública. Actualmente catedrático en la Escuela de Ciencia Política de la Universidad de San Carlos de Guatemala y consultor independiente en temas de formación política y ciudadana, problemática social y migrantes. Autor de varias obras, tanto en el género de la narrativa como en el marco de las ciencias sociales.

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Adolfo Mazariegos

Leí hace pocos días un reportaje acerca de la posibilidad de poner a funcionar en la ciudad de Guatemala un servicio de tren ligero (metro). Aparentemente es factible echarlo a andar en corto plazo (de acuerdo a estimaciones de las autoridades a cargo la construcción podría iniciarse en un par de años). No recuerdo desde cuándo, pero desde hace un buen tiempo vengo escuchando y leyendo “propuestas” e ideas con respecto a los mecanismos o medios que pueden utilizarse para solucionar la problemática del transporte urbano. Propuestas e ideas que van desde aumentar el subsidio a los actuales medios de transporte, hasta la creación de transportes aéreos por medio de teleféricos. El problema, sin embargo, es una cuestión que hay que abordar desde una perspectiva más integral, no solamente con medidas cortoplacistas y espurias que las más de las veces no son más que paliativos que pasado uno o dos años vuelven al punto de partida, habiéndose gastado en ello, dicho sea de paso, millones y millones del dinero público. En ese sentido, uno de los grandes problemas ha sido la falta de visión de largo plazo (falta de visión en términos generales), sumado a una corrupción campante que pareciera no tener freno ni óbice para la ejecución de ciertos fines. No soy experto en temas de transporte ni tengo instrucción al respecto, pero hay cosas que saltan a la vista, circunstancias evidentes a la luz de la realidad que viven diariamente miles de usuarios de los servicios colectivos de transporte urbano. Y como apunté en un artículo anterior en este mismo espacio: mientras en países desarrollados (e incluso países en vías de desarrollo) se trabaja en función de mejorar sistemas de transporte futuristas (por ejemplo trenes rápidos), en Guatemala se sigue pensando en el beneficio de unos pocos y en proyectos tan irrisorios como el teleférico. Y al escribir esto, seguro estoy que no faltará quién asegure que negar sus bondades es una desfachatez, pero…, seamos honestos, si tan eficiente y recomendable fuera, sería el sistema de transporte por excelencia en ciudades de Alemania, Rusia, Suecia o Estados Unidos, pero salvo en pequeños circuitos específicos, ese sistema ha sido desestimado por las grandes urbes. Por otro lado, el argumento de que no hay recursos para realizar inversión en la creación de un moderno sistema de trenes, es una falacia. Basta ver en retrospectiva todo lo que se ha “gastado” durante años en subsidios a un sistema de transporte ineficiente que debiera ser ya de los mejores en Latinoamérica; o las millonadas astronómicas de las que se habla en los casos judiciales que actualmente se llevan en los tribunales del país, para desmentir la inexistencia de recursos que pueden ser aprovechados en ese tipo de proyectos, pero que van a parar quién sabe a dónde. Por ello, celebro que finalmente se esté hablando con seriedad de una iniciativa que puede darle un salto cualitativo a la ciudad y que, en mi opinión, puede contribuir a solucionar en gran medida el eterno problema del transporte público en la ciudad.

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