John Carroll
Una de las más esperadas promesas de campaña del presidente Barack Obama se hizo realidad la semana pasada. Una orden ejecutiva que permitirá una permanencia temporal, pero legal para millones de extranjeros ilegales que viven en aquel país, fue la alegría del jueves pasado en un discurso de alta calidad, como acostumbra uno de los mejores oradores del mundo. La alegría para millones incluyó a muchísimos guatemaltecos que en su mayoría viajaron en algún momento al país del norte con el único propósito de forjarse un mejor futuro para ellos y sus hijos.
La medida del Presidente Obama no será aceptada fácilmente ya que cuenta con una oposición manifiesta a nivel político de parte del Partido Republicano y probablemente también encuentre oposición a nivel popular con un gran número de estadounidenses que creen, erróneamente desde mi perspectiva, que los ilegales en su territorio se dedican a delinquir y a gozar de beneficios sociales sin pagar la factura de la legalidad.
Aún se desconocen cifras reales de los connacionales que podrán aprovechar la nueva medida, pero algunas estimaciones hablan de un poco más de medio millón de guatemaltecos que probablemente represente cerca de un tercio del total de migrantes que hoy en día residen en las tinieblas de la ilegalidad en aquel país. No será mucho, y los términos y condiciones tampoco abarcan de manera completa el problema, pero claro está, mejor esto que nada.
Me parece que ambos partidos políticos en Estados Unidos tienen razones erróneas para estar a favor y en contra de la legalización de migrantes. Por un lado, los miembros del partido demócrata basan su apoyo a la legalización de ilegales en cuestiones humanitarias y los republicanos basan su rechazo en asunciones falsas como la generalización de que los migrantes son criminales, mantenidos o evasores de impuestos. Los migrantes de hoy, como los del siglo IXX y XX, migran con la simple idea de encontrar más y mejores caminos para el desarrollo y crecimiento personal de lo que encuentran en sus países de nacimiento, y la fuerza de esos personajes de antaño que llegaron hace muchos años a aquel país del norte fue un ingrediente fundamental para hacer de Estados Unidos lo que es hoy. Desde hace algunas décadas los norteamericanos han estado haciendo crecer el Estado de Bienestar también conocido como Welfare State y los altos gastos que este sistema genera para sus habitantes les hace preocuparse por “freeriders” o parásitos que viven de la productividad de otros. El problema radica en que a muchos norteamericanos se les ha vendido la idea de que los inmigrantes son básicamente freeriders cuando la realidad es que la mayoría de freeriders se encuentra precisamente dentro del sistema formal.
Es muy probable que si el mundo camina en la senda de la libertad llegue el día en que en la competencia geopolítica el número de habitantes sea un factor determinante para liderar el progreso, por lo que en mi opinión los Estados que logren atraer grandes poblaciones en busca de trabajo y desarrollo serán aquellos que se conviertan en los más poderosos porque contarán con más manos para producir y más mentes para crear.
No solo tiene razón el presidente Obama cuando dice que espera que las cámaras formulen y aprueben una propuesta integral para los ilegales, también será necesario y conveniente que Estados Unidos suavice los requisitos para intentar atraer a más y mejores individuos. De hecho, los ilegales son ilegales porque la migración legal a aquel país es prácticamente imposible.