Moscú
DPA

Fue testigo de aquel magnífico duelo entre Steve Ovett y Sebastian Coe en los Juegos Olímpicos de 1980, en la década de los 90 sirvió de escenario para los Rolling Stones o Michael Jackson y en 2013 vio pasar a un rayo llamado Usain Bolt. El estadio Luzhniki no es un lugar cualquiera.

El domingo, tras una remodelación de 405 millones de dólares, acaparará la mirada de todo el planeta. Cuando empiece a rodar el balón en la final del Mundial de fútbol de Rusia entre Francia y Croacia. Con cada gol temblará el estadio. Y temblará Vladimir Ilich Ulianov, mejor conocido como Lenin.

Dentro del recinto y a unos pocos pasos del césped hay una estatua del padre de la revolución rusa. De espaldas al estadio, la representación de bronce mide varios metros y Lenin aparece sujetándose una capa con semblante serio y pensativo.

Líder de la Revolución de 1917 y símbolo mundial del comunismo, Lenin está siendo el «guardián» del principal estadio del Mundial, testigo directo de un evento capitalista donde los haya. El que fuera bautizado como Estadio Central Lenin cuando se inauguró en 1956 fue empapelado con carteles de Coca-Cola, Visa o Qatar Airways, patrocinadores de esa máquina de hacer dinero que es la FIFA.

Cuando el estadio se levantó, Rusia era la URSS y Josef Stalin acababa de morir. En 1980 vivió su gran momento con los Juegos Olímpicos y apenas dos años después la tragedia se apoderó del recinto: el 20 de octubre de 1982 murieron casi 350 personas por una avalancha de aficionados en un partido de la Copa de la UEFA. Las fuentes oficiales soviéticas cifran el número de fallecidos en 66.

De aquella obra que albergó después la final de la Liga de Campeones 2008 y los Mundiales de atletismo de 2013 queda únicamente el esqueleto y la impresionante fachada con sus columnas. Todo lo demás se hizo nuevo para Mundial de fútbol.

«Estábamos limitados en altura y ancho debido a la estructura histórica. Tuvimos que utilizar grúas enormes para introducir el material por encima de la fachada», comentó hace meses el arquitecto de la remodelación, Murat Ahmadiyev. A la fachada se le dio un lavado de cara, restaurando y limpiando las columnas. «Pero todo lo que hay detrás de las puertas es completamente nuevo», insistió el experto.

Dejando atrás el exterior del edificio, en el interior todo luce reluciente, incluso después de un mes de torneo. La entrada sur, por ejemplo, recuerda al lobby de un hotel de lujo. Mucho vidrio, mucha luz y amplísimos espacios. Una gran escalera de caracol serpentea a través de varios niveles hasta llevar a la zona vip.

Con la última remodelación, en la que participaron 1 mil 500 trabajadores, se amplió el aforo hasta las 80 mil personas. El domingo, debido a las medidas de seguridad de la FIFA, habrá 78 mil 011 espectadores.

En total, el complejo deportivo ocupa una superficie de 221 mil kilómetros cuadrados. Luzhniki significa en ruso «los prados», debido a que está levantado en la orilla del río Moscova.

Más de medio millón de aficionados pasaron en las últimas semanas por el Luzhniki. Miles se hicieron fotos y selfies con Lenin. El emblema de la revolución rusa es hasta el domingo el guardián de la gran fiesta del fútbol.

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