Juan Antonio Mazariegos G.
La copa del mundo de fútbol nos pone cada cuatro años un tema común de conversación, sea que lo amemos o lo odiemos, el fútbol y sobre todo el mundial, parece no dejar ajeno a nadie y vamos cambiando, conforme avanza el torneo y nuestros favoritos continúan o van siendo eliminados, sonrisas o caras largas, dejando de lado preocupaciones personales o del País, para dar espacio a identificarnos con los acontecimientos de equipos, entrenadores y técnicos que pasan a transformarse en héroes o villanos, personales y universales.
Un par de segundos que pueda tomar a Mbappé posicionarse y ejecutar un preciso y hermoso taco, da para horas y horas de tertulia y comentarios e innumerables artículos deportivos y programas de televisión que desgranan y analizan el cerebro, la cintura y el pie del joven jugador, su intención, inteligencia, visión y condiciones, con un detalle que el mundo no dedica a ninguna otra cosa. El Neymar challenge o reto de Neymar arrasa en redes sociales, castigando, menos mal, las exageraciones del brasileño que no contaba con el VAR para vigilarlo y poner en evidencia la fragilidad de su arte dramático. Y no hay quien no tenga hoy un conocido croata o en un futuro cercano no vaya tener un pariente que está por nacer que con suerte llevará el nombre de Luka o Iván, o con poca fortuna como nombres los apellidos de Brozovic o Vrsaljko.
La pelota y el pie que originaron la palabra en inglés, football, se sacudieron hace mucho tiempo la simpleza de su origen y del primer mundial disputado en Uruguay en 1930 queda muy poco, como se evidencia en las dimensiones del actual show o evento de entretenimiento que viven y siguen millones de personas en incontables plataformas y con utilidades que hacen palidecer al presupuesto nacional de muchos países.
Putin peleó y apostó por su mundial, no porque le encantara el fútbol, en Rusia no es un deporte popular, pero siempre son útiles los héroes y quien sabe, en unos años puede llegar a tener seguidores, impulsado por su correlona selección, a pesar de que no era esa la apuesta principal. El objetivo claro del país organizador y que logró con creces, era llevar a Rusia ante los ojos del mundo, contando con una vitrina como ninguna otra, en donde pudiera demostrar su grandeza, poderío y capacidad.
De todos los elementos que conforman el mundial, no hay dos más distantes o extremos que aquellos que representan, por un lado, la multimillonaria, todo poderosa e independiente FIFA y por el otro, la ilusión, el anhelo y los sueños de cualquier niño de Montevideo, Lisboa o de Guatemala, realidades tan distintas que precisamente por eso se complementan y necesitan, la primera para nutrirse de seguidores y consumidores y la segunda para llenarse de esperanza de un día vivir en persona, su propio sueño de estar en un mundial de fútbol.