Luis Enrique Pérez
Hay una difundida creencia errónea sobre el comercio internacional, que puede expresarse en estos términos: entre dos naciones que comercian, el valor de los bienes exportados y de los bienes importados por cada una tiene que ser igual. Es decir, la llamada “balanza comercial” tiene que estar equilibrada. Si no está equilibrada, porque una de ellas exporta más o importa menos, se pretende que la que exporta más, importe más, o que la que importa menos, importe más, hasta igualar el valor de exportación y de importación. Tal creencia es errónea porque no necesariamente entre dos naciones que comercian tiene que haber tal igualdad.
La balanza comercial de una nación consiste en el valor de la exportación total con respecto a la importación total de bienes y servicios; o viceversa. El déficit de esa balanza consiste en que el valor de la importación es mayor que el de la exportación. El superávit consiste en que el valor de la exportación es mayor que el de la importación. El equilibrio consiste en que el valor de la exportación sea igual al de la importación.
La exportación total y la importación total tienden al equilibrio; pero la exportación y la importación entre dos naciones, es decir, la exportación parcial y la importación parcial, no necesariamente tienen que tender al equilibrio. Por ejemplo, en el comercio entre Guatemala y México, Guatemala no tiene que exportar a México bienes cuyo valor tiene que ser igual al valor de los bienes que importa de México; e inversamente, México no tiene que importar de Guatemala bienes cuyo valor tiene que ser igual al valor de los bienes que exporta a Guatemala. Por eso mismo, la balanza comercial de México con respecto Guatemala, o la de Guatemala con respecto a México, puede ser deficitaria o superavitaria. Cada una de esas naciones exportará o importará más, o exportará o importará menos, si es económico exportar más o importar menos.
El comercio entre dos naciones es beneficioso aunque el valor de las exportaciones de una de ellas sea mayor, y su balanza comercial sea superavitaria, o el valor de sus importaciones sea mayor, y su balanza sea deficitaria. Y el comercio entre dos naciones es beneficioso aun si una de las dos solo exporta, y la otra solo importa; pues exportar no necesariamente es mejor que importar, del mismo modo que vender no necesariamente es mejor que comprar. Precisamente exportar es un caso particular de vender; e importar es un caso particular de comprar.
Pretender que una nación exporte a otra bienes cuyo valor sea igual al valor de los bienes que importa de ella, equivale a pretender que la persona que vende una casa tenga que comprarle a la persona que la adquiere, un bien cuyo valor sea igual al valor de la casa. Ni en el comercio entre dos naciones, ni en el comercio entre dos personas, tiene que haber igualdad de valor de bienes vendidos y bienes comprados.
No es el caso, entonces, que en el comercio entre dos naciones aquella cuya balanza comercial es deficitaria necesite que la otra nación reduzca la exportación o aumente la importación de bienes, hasta que haya equilibrio; o que aquella cuya balanza comercial es superavitaria tenga que reducir la exportación o aumentar la importación, hasta que haya equilibrio. Tampoco en el comercio entre dos personas, aquella que vende una casa tiene que comprarle a quien adquirió la casa, un bien cuyo valor sea equivalente al de la casa, para que haya equilibrio comercial entre ambas.
La balanza comercial de una nación tiende finalmente a estar equilibrada; pero no con una sino con todas las naciones con las cuales comercia. Tiene tal tendencia porque, por ejemplo, el déficit en el comercio con una nación se compensa con el superávit en el comercio con otras. Precisamente por esa misma razón la balanza comercial mundial, es decir, el valor de todas las importaciones y las exportaciones de todas las naciones que comercian, siempre tendría que estar equilibrada, aunque la balanza comercial entre dos naciones esté desequilibrada, ya por déficit, ya por superávit.
Post scriptum. Es absurdo que el propósito de un tratado comercial entre dos naciones sea equilibrar la balanza comercial; pues sería un tratado en el que cada nación tendría que convenir en comprarle a la otra tanto como le vende, o en venderle tanto como le compra.