Adrián Zapata
Hubo cambios en las autoridades de la Carolina y tenemos un nuevo Rector, el Ing. Murphy Paiz, quien ha encontrado las arcas de la institución con un déficit financiero significativo. En su reciente visita al Congreso de la República tratando de obtener una ampliación presupuestaria recibió reclamos y presiones de algunos diputados, quienes resienten que la Usac se haya involucrado en manifestaciones contra ellos y que persistan visiones que identifican como ancladas en el pasado y hasta califican de “comunistas”. La visión sesgada de esos críticos no puede constituirse en una actitud condicionante para la Universidad.
El Ing. Paiz tiene una ardua y compleja tarea, pero también una oportunidad, si la quiere y puede aprovechar. La Usac ha sido un actor fundamental en la vida social y política del país. Durante el tiempo de la guerra, sumido el país en el totalitarismo contrainsurgente, la Universidad sufrió la represión en contra de sus profesores y líderes estudiantiles. Escribió una página de heroísmo, sin duda. Hay muchos mártires sancarlistas. Sin embargo, hay que reconocer también que en esa época la ideologización y politización de la Usac fue una realidad.
Posteriormente, entró en una etapa que yo considero de cierta decadencia. Fue diezmada en sus recursos intelectuales por la represión contra la academia, que se manifestó en el asesinato de sus autoridades y profesores, pero también en la ausencia de suficiente pensamiento crítico, porque no fue fácil llenar el vacío que la matanza de intelectuales provocó.
Inclusive al liderazgo estudiantil, que tantas jornadas patrióticas ha protagonizado en la vida de este sufrido país, le tocó un período gris y tenebroso, ya que durante varios años las mafias se apoderaron de la Asociación de Estudiantes Universitarios.
Ahora estamos en una etapa de transición. La AEU ha sido recuperada por jóvenes que pretenden ser continuadores de la tradición interrumpida por las mafias. Pero los profesores y autoridades de esta casa de estudio tienen que estar a la altura de este cambio que está en proceso.
Sin embargo, hay que tener claridad que no se trata de que la Usac retroceda a los viejos tiempos, por heroicos que hayan sido. El reto es asumir un nuevo rol en la sociedad guatemalteca del siglo XXI. Es la única universidad pública y, por mandato constitucional, debe contribuir a la solución de los problemas nacionales, los cuales son, sin duda, sustancialmente estructurales. El desarrollo del país, superando la pobreza y la exclusión que ahora prevalecen, la profundización de la democracia, la vigencia de un verdadero Estado de derecho, son retos en relación a los cuales la Usac debe aportar.
La Usac, como institución, no es como el resto de universidades, todas privadas. Es parte del Estado, pero con autonomía, debiendo contribuir a su fortalecimiento para que esté en condiciones de cumplir con su principal razón de ser: lograr el bien común. La Usac no puede alinearse con determinado sector social o político del país, por legítimo que éste sea. Los intereses que defiende son los nacionales y el sustento de sus propuestas es el conocimiento científico, no la consigna popular. Su práctica debe ser la propuesta fundamentada, no el activismo social.
En esta crítica coyuntura que vive el país, la Usac debe aportar a la concertación nacional, no a la profundización de la polarización. Una concertación que se construya alrededor de un planteamiento programático, una Agenda Mínima, acordada entre guatemaltecos, donde la lucha contra la corrupción sea un elemento sustancial, pero que ello no invisibilice la problemática estructural.
El nuevo Rector de la Usac puede jugar un rol fundamental en este esfuerzo nacional.