Moscú/Kazán
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Desde que se hizo cargo de la selección alemana de fútbol el 12 de julio de 2006 en reemplazo de Jürgen Klinsmann, Joachim Löw nunca había atravesado un momento tan complejo. La impactante eliminación de la «Mannschaft» en la primera ronda del Mundial de Rusia marca, por lejos, el punto más bajo de su extraordinaria etapa.

Los números de Löw en la selección alemana fueron siempre, siguiendo la tradición alemana, tremendamente fiables: en dos Mundiales y tres Eurocopas, llegó cada vez por lo menos a las semifinales. Fue tercero en el Mundial de Sudáfrica 2010 y campeón en Brasil 2014, además de alcanzar la final de la Eurocopa de 2008 y las semifinales de los torneos continentales en 2012 y 2016.

Pero no fue sólo eso. Consiguió estos resultados tras cambiar -o más bien evolucionar- la filosofía histórica del fútbol alemán e incorporar un juego de toque. Löw fue el padre de una revolución.

Ayer, sin embargo, se quemaron todos los papeles del entrenador nacido en Schönau, en la Selva Negra, hace 58 años. Alemania caminó por el precipicio a lo largo de todo del Mundial de Rusia, pero nadie imaginaba que acabaría cayendo por el abismo ante un rival como Corea del Sur.

Después del gol agónico de Toni Kroos ante Suecia, un triunfo ante los asiáticos hubiera alcanzado a los campeones mundiales. Pero los de Löw no consiguieron ni siquiera un empate. El 2-0 de Corea del Sur, ante una Alemania derrumbada y entregada en los instantes finales, ya está en los libros de historia del fútbol.

Tras el encuentro, Löw se presentó ante los medios con el gesto adusto, pero tranquilo y reflexivo. «Estoy increíblemente decepcionado por esta eliminación, es una gran decepción», afirmó. «Pero tenemos que asumir la derrota, no merecimos pasar a octavos», continuó el seleccionador germano sin ambages. «No conseguimos estar a la altura que acostumbramos y tenemos que aceptar la derrota».

Antes, en declaraciones a la televisión, el entrenador había dejado en el aire su continuidad en Alemania, selección en la que tiene contrato hasta 2022.

«Necesitamos todavía algunas horas para verlo claro», dijo sobre su futuro a la televisión pública alemana ZDF. «Hay una enorme decepción, un silencio sepulcral. Nadie está en condiciones de decir algo ahora, pero tenemos que aceptarlo», señaló.

En la Federación Alemana (DFB), sin embargo, dieron un rápido respaldo al entrenador. «No voy a especular con eso. Ya hemos dicho antes del Mundial que confiamos en él hasta 2022. Mi opinión sigue siendo la misma», dijo el presidente de la DFB, Reinhard Grindel.

El escenario abierto hoy parece surrealista si se miran las estadísticas con las que llegó Alemania a Rusia. El equipo de Löw ganó los diez partidos que jugó en la clasificación europea. Además, con un equipo con muchos rostros nuevos, ganó la Copa Confederaciones el año pasado en Rusia.

Sin embargo, los hombres de Löw parecen haber alcanzado su pico de nivel demasiado temprano. Porque lo que se vio en Rusia fue una sombra de lo que es Alemania.

Löw hizo algunas apuestas arriesgadas antes del Mundial. Dejó afuera a Leroy Sané, joya del Manchester City, en una decisión que generó controversia. Y tampoco llamó a Mario Götze, el autor del gol que dio a Alemania el título hace cuatro años en Río de Janeiro.

Además, apostó por Manuel Neuer en el arco pese a su larga inactividad y renovó su confianza a muchos hombres de la vieja guardia como Sami Khedira, Thomas Müller, Mesut Özil, Mats Hummels o Toni Kroos.

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