La celebración en Guatemala del Día del Maestro está asociada con el ejercicio del civismo que durante años fue característica esencial de los educadores. Precisamente fue en la manifestación del 25 de junio de 1944 contra la dictadura de Ubico que mataron a la maestra María Chinchilla y por conmemoración de esa muerte es que se estableció en esta fecha el reconocimiento nacional a los que dedican su vida a la enseñanza, lo que implica no sólo impartir conocimientos elementales y avanzados, sino que además a formar ciudadanos éticos y responsables.
En los últimos tiempos hemos visto cómo el magisterio también fue parte del vicio de la cooptación que tanto daño ha hecho en Guatemala por la persistente actitud de quienes encontraron en la corrupción el vehículo idóneo para ejercer control sobre instituciones, poderes y gremios. El maestro que había sido ejemplo de civismo y de defensa de los valores sociales más importantes, claudicó en ese compromiso porque parte del precio que tuvo que pagar para obtener beneficios económicos fue el de convertirse en apoyo y comparsa de los gobiernos embarrados por la corrupción. Y los pactos fueron para elevar los salarios sin que a cambio se diera una mejora de la calidad educativa sino simplemente la disposición de marchar cuando Joviel lo pidiera para apoyar a esos gobernantes cuando se vieran en problemas.
Es triste ver que uno de los gremios que fueron ejemplo de dignidad y de compromiso con las principales causas populares cayó también bajo el influjo de esa manera de ir comprando conciencias que es ahora tan popular en nuestro país. Aquellas viejas figuras de educadores, destacando entre ellas la del pedagogo Juan José Arévalo Bermejo, quedan como recuerdo histórico, luego de que la mayoría de los educadores cayó bajo el control de una dirigencia gremial que negocia no en busca de dignidad y de mejorar el sistema de educación en el país, sino precisamente por hacer lo contrario y enseñar a los alumnos que lo importante es cuánto se puede una persona meter entre la bolsa, aunque sea sin ofrecer nada a cambio, como se puede comprobar con la simple interpretación de los resultados de los exámenes de rendimiento de nuestros alumnos.
En estos momentos críticos que vive el país, cuando está en juego la lucha por la transparencia y el uso efectivo de los recursos del Estado, es lamentable no contar con un magisterio que, como ocurría en el pasado, cierre filas con la ciudadanía para garantizar el fin de la dictadura de la corrupción.