Jorge Santos
Muchas han sido las veces que he observado cómo las personas sufren tristeza y congoja al ver películas en las que la niñez padece violaciones gravísimas a su dignidad, integridad y libertad. Eso provocan películas como el Imperio del Sol, donde Steven Spielberg relata la historia de un niño británico en un campo de concentración japonés durante la Segunda Guerra Mundial o bien el film del libro El niño con la pijama de rayas de John Boyne, llevada al cine por Mark Herman la cual relata cómo el hijo de un oficial nazi, entabla amistad con un niño judío que está en el campo de concentración de Auschwitz. Las mismas reacciones que surgen en quienes visitan museos sobre el Holocausto.
He tenido el privilegio de haber conocido museos que relatan los horrores del Régimen Nazi en Estocolmo y en Berlín y en cada uno de ellos la reacción es mucho más profunda que al verlo en una pantalla de cine o de TV. Lo mismo me ocurrió en el Museo de la Memoria y la Tolerancia en la Ciudad de México, que cuenta con un recorrido sobre Genocidios recientes y se puede apreciar lo concerniente al terror de Estado cometido por el Ejército de Guatemala o bien en la Casa de la Memoria Kaji Tulam, donde he podido atestiguar el dolor que significa conocer tan deleznables hechos en contra de la humanidad y más aún contra la niñez.
Pero aún y cuando la humanidad se precia de haber alcanzado niveles superiores de civilización, no puede haber nada más alejado. Ante las acciones de gobernantes que destilan deshumanización, nos cuesta mucho la movilización de manera contundente para detener la barbarie y la ignominia con la que actúan. El terror y la violencias que son impulsados por Israel contra la población palestina, se justifican en argumentos racistas contra de las y los sirios que huyen de la guerra, se hicieron presentes en los albergues temporales de la población víctima de la negligencia del gobierno de Jimmy Morales frente a la erupción del Volcán de Fuego, y se dirigen hacia la niñez en la decisión de Donald Trump de separar a niños y niñas de su padre y madre junto a quienes viajaban de manera irregular hacia Estados Unidos de Norteamérica.
Estas acciones, sucediendo en pleno Siglo XXI, son características de períodos históricos en los que la humanidad ha permitido la barbarie y el horror en el quehacer político de los gobiernos. Civilización implicaría que ante cada acción montáramos grandes movilizaciones ciudadanas en el mundo. Para vencerles y no permitir Nunca Más que el terror, el horror, el individualismo, el egoísmo y la ignorancia que produce el racismo vuelvan, indígnese como cuando ve una de esas películas. No les demos tregua a estos pocos que actúan como dictadores. Hagamos del humanismo y la solidaridad valores superiores inquebrantables.