Francisco Cáceres Barrios
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Ya son muchos los chapines que tenemos la impresión de estar en un barco sin capitán y sin rumbo. Eso mismo lo hemos venido sintiendo desde hace rato, por lo que comentado con amigos y conocidos de todos los sectores, clases e ideologías, rápidamente traen a cuenta eventos o casos específicos en que sustentan su criterio. Uno de ellos me dijo que cuando escuchó el discurso del Presidente del Ejecutivo en el Congreso, con motivo del aniversario de la Constitución, le pareció tan malo, que más le dio la impresión de estar escuchando a un patojo de sexto de primaria, pues además de confundir a su auditorio, daba más la imagen de no haber aprendido la lección.
Otro me comentó –cuando veía en los medios de comunicación una gráfica en donde los diputados aparecían riéndose a carcajadas, cuando en ese preciso momento nuestra gente que habita las faldas del Volcán de Fuego está sufriendo lo indecible, le daban ganas de irlos a sacar del copete y ponerlos a trabajar, lo mismo que debieran hacer todos los empleados y funcionarios públicos que reciben puntualmente remuneraciones que provienen de nuestros bolsillos. Claro que no tuve, ni tengo palabras para contradecirlos, peor todavía cuando veo que aprovechándose de la difícil y trágica situación que estamos viviendo, se preocupan por ablandar los castigos por financiar indebidamente campañas electorales o utilizar triquiñuelas para evitar el despido de un funcionario público que no tiene ni tendrá mérito alguno, más que para desempeñar puestos como los de fotógrafo o camarógrafo.
Cuando quisiéramos los guatemaltecos apreciar en los servidores públicos eficiencia, cumplimiento de deberes o al menos preocupación por los gravísimos problemas que nos trajo como consecuencia el mencionado accidente de la naturaleza, tropezamos con que se impide el ingreso a nuestro país de vecinos caritativos, con cuatro camiones cargados con medicinas, víveres y un montón de ayuda proveniente de El Salvador, porque no habían llenado un trámite burocrático, uno de tantos, que nos traen de cabeza a todos los chapines, porque no sirven para nada y en cambio, sí causan enormes dificultades como si no tuviéramos ya suficientes.
La ausencia de liderazgo presidencial ha complicado más la situación, especialmente cuando el jefe del Ejecutivo sigue cometiendo error tras error y quienes debieran asesorarlo o contribuir a mejorar aunque fuera un poco la pésima imagen que proyecta dentro y fuera de nuestras fronteras, terminan por perjudicarla todavía más y mientras todo esto sucede, la gente pensante de nuestro país, quienes dicen que lo quieren entrañablemente, no menean un solo dedo para corregirlo a corto o mediano plazo, al menos, para abrir una pequeña ventana en donde pueda entrar el sol de la esperanza.