Por Javier Estrada
jestrada@lahora.com.gt
Ayer se realizaron en diferentes partes del mundo diversas manifestaciones en rechazo al caso de la desaparición de 43 estudiantes mexicanos, que tiene en la mira como sospechosos a autoridades de la localidad de Iguala y un grupo del crimen organizado. Guatemala no fue la excepción y se realizó una movilización de manifestantes desde la Plaza México hacia la Embajada mexicana, en la que participaron mayoritariamente estudiantes de la Universidad de San Carlos.
En las redes sociales de La Hora publicamos una fotografía del suceso con el hashtag #AccionGlobalporAyotzinapa, que identifica a las personas que alrededor del mundo exigen respuestas por la desaparición de los estudiantes, y fue verdaderamente curioso encontrar diversas expresiones de rechazo hacia la manifestación y los participantes.
El principal argumento de los críticos fue hacia la indiferencia de los sancarlistas por los problemas nacionales y a su aparición espontánea en un evento que, a su parecer, concierne solo a México y los mexicanos. No les culpo por pensar de esa manera, porque en Guatemala tenemos muchos problemas encima y hasta ahora ha quedado demostrada la falta de una respuesta de la población hacia la impunidad, la corrupción, la violencia y la pobreza.
Sin embargo, encontré también en las redes sociales argumentos a favor de la movilización, y uno en particular me hizo reflexionar sobre el papel que debemos desempeñar como ciudadanos guatemaltecos, pero también como latinoamericanos y ciudadanos del mundo.
El usuario Mario Pineda publicó en Facebook: “Si la sociedad guatemalteca, cada uno de estos individuos que comentan (critican) tuvieran conciencia de clase, comprenderían que somos iguales a esos estudiantes que desaparecieron y que por sobre todo somos hermanos y debemos apoyarnos para lograr la superación colectiva como clase, (para vivir) en una sociedad distinta, una sociedad que todos quieren”.
Personalmente conozco a algunos de los promotores de esa movilización y creo que su esfuerzo fue ejemplar, porque además de ejercer libremente su derecho a la manifestación, son guatemaltecos responsables que se preocupan también por su país y no son indiferentes ante la situación que atraviesa Guatemala.
Lo que hay que entender es que la indignación por la desaparición colectiva de cuatro docenas de estudiantes mexicanos no implica que debamos ser indiferentes por lo que pasa en nuestro entorno, en nuestro país, y no nos ata las manos para exigir el cese de la impunidad, por ejemplo, que es un tema latente en la actualidad.
Lo único criticable en estos casos, a mi parecer, es ser indiferentes ante el sufrimiento de las humildes familias que buscan desesperadamente a sus hijos y el silencio cómplice de un Gobierno que no da respuestas por un crimen, que en Guatemala solo nos puede recordar al triste conflicto armado interno.
Los guatemaltecos no podemos quedarnos indiferentes ante lo que sucede en el país vecino, o de lo contrario la impunidad en el caso Ayotzinapa se convertirá en un ejemplo para las organizaciones criminales que operan en Guatemala, que se sentirán en libertad de hacer lo que se les dé la gana.
Una sociedad de críticos con brazos cruzados jamás avanza.