Héctor Luna Troccoli
La llamada Corte de Constitucionalidad después de haber amparado provisionalmente a las instituciones y profesionales que interpusieron amparos en contra de la supuesta elección de los magistrados de Salas de Apelaciones y Corte Suprema de Justicia, al resolver en definitiva revocó ese amparo provisional y lo declaró sin lugar con lo cual deja el paso libre para que la llamada justicia sea ejercida por fieles servidores de los partidos Patriota y Lider con lo cual Guatemala llega a ser un hermoso y pobre país en cuanto a valores se refiere.
Dejar que los políticos decidieran en manos de quienes quedaba el impartir justicia deja al ciudadano en un estado de indefensión absoluta ante cualquier arbitrariedad, ilegalidad, crimen o delito se dé en nuestra patria, que por fin, los políticos de ahora la han hecho sucumbir y lanzarla a la cloaca infernal de la injusticia.
Ahora serán los nominadores y patronos de muchos de los nuevos magistrados quienes darán las órdenes. Lamentablemente, durante este lapso salieron a luz cosas que antes eran inaceptables, magistrados que eran sus propios postuladores; otros acusados de delitos, otros con señales y evidencias graves como para que la CC adoptara una actitud diferente. Fue una elección hecha por dos partidos y sus sirvientes en el Congreso, el más desprestigiado en toda la historia, de los organismos del Estado.
Pero la culpa no es solo de ellos. Es de una Corte POLÍTICA de Constitucionalidad como debía ser su nombre y le diré porqué. Un magistrado titular y suplente es electo por el Presidente de la República que llegó al poder gracias a un partido político y que antepone los intereses del partido a los de un pueblo ingenuo y estoico; otro es nombrado por el Congreso, el cual, con contadas excepciones, es el modelo de la vergüenza e indignidad, otro lo nombra el llamado Consejo Superior Universitario que está desde hace años, al servicio de los partidos gobernantes; otro por el Colegio de Abogados, del cual evito decir que soy su colegiado por vergüenza, y que siempre tendrá la inevitable injerencia del soborno y la manipulación política; y finalmente, la llamada Corte Suprema de Justicia en donde la mayoría de sus integrantes aún esperan huesos con abundante carne y seguir siendo uña y mugre con los políticos.
No cabe duda que tras toda decisión “jurídica” de esta corte, hay un interés político, empezando desde su gestación, al igual que las demás cortes con muy escasas excepciones. Entonces ¿de qué nos extrañamos? Aquí la JUSTICIA ESTÁ MUERTA.