Arlena Cifuentes
arlena_dcifuentes@hotmail.com
Los temas de la corrupción y la impunidad han servido desde el año 2015 para mantener a la sociedad guatemalteca entretenida y ocupada. No es mi intención restarle importancia a esta lucha. Por su parte el Presidente y su Gobierno han enfilado sus baterías al tratamiento del mismo, desde el otro lado, al punto que todas las acciones emprendidas incluyendo el tema de política exterior están centradas en entorpecerla. Es decir, que mientras una parte del pueblo condena y apoya la lucha en contra de la corrupción, el aparato gubernamental ha puesto todos sus esfuerzos en impedirla y obstaculizarla.
De un tiempo para acá, me he cuestionado que tanto abona a la búsqueda de la unidad nacional –no hay esfuerzos en este sentido, todo lo contrario– mantener hasta estos días la lucha en contra de los actos de violencia ocurridos durante el Conflicto Armado Interno. No se trata de borrón y cuenta nueva, estoy de acuerdo en que todos los que incurrieron en actos de lesa humanidad sean juzgados y condenados dentro de un debido proceso; sin embargo, han pasado casi 21 años desde la firma del Acuerdo de Paz Firme y Duradera y aún no se terminan de saldar cuentas pendientes por los abusos cometidos por el Ejército; la guerrilla ha sido absuelta prácticamente de este tipo de acusaciones.
Qué tratamiento darle a las heridas y las marcas que dejó la guerra en un sinnúmero de familias, entendiendo que ni el dolor ni la indignación por la pérdida de un ser querido pueden ser borrados o reparados. Ni el Ejército ni la guerrilla como negociadores tuvieron en su momento la capacidad de plasmar una propuesta que considerara durante un periodo de tiempo determinado fijar un límite para juzgar y condenar estos hechos, lo cual hoy por hoy se constituye como un buen abono a la profundización del odio entre guatemaltecos como consecuencia de la cosecha que dejó la guerra.
Si bien este es uno de los temas que polariza nuestra sociedad, hay otros que utiliza el poder político y económico para mantenernos entretenidos, sobre todo en la actualidad en donde prolifera en las redes sociales la desinformación. Razón por la cual convertidos casi en borregos perdemos de vista los problemas medulares que aquejan al país. La sociedad organizada está mediatizada por los intereses que cada uno ostenta. Incluso los temas de corrupción y de impunidad son temas que se abordan de manera parcializada. En nuestro derredor se cometen todos los días este tipo de hechos que se pierden de vista.
Como tantas otras veces lo he afirmado, estamos lejos de ser un pueblo reconciliado y nuestros problemas de fragmentación social no devienen del Conflicto Armado Interno sino de la colonia: como una diferenciación de clases bien cimentada entre criollos, ladinos e indígenas. Si aceptamos que no fuimos capaces de quitarnos de encima el lastre que dejó la conquista, que hubo una guerra, la cual en su momento una gran mayoría desconoció; si aceptamos nuestro pasado tal cual fue, buscamos el interés común y nos desvestimos del interés particular, así y solo así estaremos en capacidad de hacer un frente común en contra de la mezquindad que hoy nos gobierna y de aquellos sectores organizados que buscan en la fragmentación social sumar puntos a su favor recreando las condiciones que abonen a favor de la proliferación de este mal buscando sólo su beneficio personal. Ahora bien, si permitimos que nos sigan dividiendo con la cantaleta de que unos son los buenos y otros los malos continuaremos perdidos navegando en una travesía sin ningún rumbo.