René Arturo Villegas Lara
El Centro Histórico de la ciudad capital está lleno de muchas curiosidades; casas solariegas que se han convertido en museos; palacios de singular arquitectura, como el Palacio Nacional, el edificio de Correos o el de la Policía. Una de esas curiosidades es la de los nombres de algunas de sus arterias, que uno va descubriendo si tiene suerte de recorrer la zona 1 con la tranquilidad de antaño. Héctor Gaytán nos dejó muchas historias de estas denominaciones urbanas, que posiblemente están en algún volumen de la obra “La Calle Donde tú Vives”. Yo traslado lo que he leído en muchas casas de esquina de la zona 1, en donde están escritos los nombres a que me refiero, algunos en donde la imaginación no sirve para explicarnos nada. Por ejemplo: la 16 calle, allí por la Policlínica del IGSS, en la esquina del antiguo Hotel Fénix, hay una placa que dice Calle del Purgatorio, quién sabe por qué. La 3ª. avenida, frente al pequeño parque de Pepe Batres Montufar, se llama Calle del Olvido. A la 17 calle, en la esquina del desaparecido cine América, aparece una pequeña placa que dice Calle de La Ladrillera. Hay calles que tienen diferentes nombres y es el caso de la 12, que en su entronque con la 12 avenida se llama Calle de la Laguna y ya llegando al Paraninfo de la Universidad de San Carlos, se le conoce como Calle de Belasco. A la 8ª. avenida y 5ª. calle se le conoce como Calle de Carrera, quizá porque allí estuvo la residencia del Presidente Vitalicio de Guatemala, don Rafael Carrera; pero, no sabemos por qué una calle se llama Calle de la Amargura y otra Calle de la Fortuna. La llamada Calle del Teatro, que ronda lo que hoy es el Parque Infantil, se llama así porque allí existió el Teatro de Carrera, que era una monumental construcción del siglo XIX, en donde desfilaron actores y cantantes de ópera, según lo cuenta don Ramón A. Salazar. Con respecto a la que se llama Calle del Ojo de Agua, uno se imagina que en tiempos remotos esa calle debió servir para llegar a un pequeño nacimiento de agua, que servía para que los vecinos pudieran proveerse de agua potable, pues por “ojo de agua” conocemos en todo el país a los nacimientos en superficies planas. Muchas calles tienen el nombre de la iglesia por donde pasa; así, están la Calle de Santo Domingo, la Calle de Capuchinas, la Calle de la Merced, la Calle de Santa Catarina, la Calle del Sagrario, la calle de Santa Clara y la que concluye en la iglesia San Sebastián, que es la 6ª. calle “A”, por el Palacio Nacional, se denomina Callejón Manchén, y más adelante, se llama Calle de Jesús. Pareciera, entonces, que esa división de las arterias urbanas en calles y avenidas es de época reciente, porque los nombres, que seguramente los ha puesto la Municipalidad de Guatemala, sólo identifican calles, aunque sean avenidas, como el caso de la 9ª. avenida, en donde la placa dice: Calle de la Universidad, y eso porque cuando se trasladó la ciudad de Guatemala a este Valle de la Ermita, el predio asignado a la Universidad de San Carlos, fue en donde funcionó la antigua Facultad de Derecho, que comprendía el edificio de la extinguida Dirección General de Obras Pública y el predio de la esquina de la 10ª. avenida y 10ª. calle, opuesta a la iglesia de Capuchinas, son inmuebles que siguen siendo patrimonio de la Universidad. Los nombres históricos no se agotan en la calles; también existen los ancestrales callejones que forman parte del romántico Centro Histórico: El Callejón Normal, el Callejón del Fino, donde vivió el recordado Manuel José Arce y que termina en el edificio del desaparecido periódico “El Imparcial” y su recordado Muñequito; el Callejón del Judío, que ese si es un verdadero callejón; el conocidísimo Callejón del Administrador; el Callejón Aurora o el ya señalado Callejón Manchén. También hacen historia los pasajes, que regularmente son vías de paso que atraviesan un edificio o algunas construcciones: el romántico Pasaje Aycinena, donde estaban las Cien Puertas, que corta el famoso Portal del Comercio y que a Francisco Acevedo se le ocurrió que podía ser el lugar ideal para encuentro de escritores, poetas y pintores, aunque nunca se realizó su sueño; o el Pasaje Rubio, sitio especial en donde se puede comprar joyas de oro y plata, vestidos de novia o discos de victrolas antiguas, sin faltar la cerveza y las botanas del restaurante El Portal, sobre todo cuando termina el desfile bufo del Viernes de Dolores. ¿Y no será que el pasaje que atraviesa el Palacio Nacional tiene algún nombre? Se podría llamar Pasaje del Guacamolón. El inventario de esos nombres históricos que tiene el Centro Histórico es más amplio; y en estos días de ocio, es interesante recorrerlo e ir anotando las identificaciones de calles y callejones que aparecen escondidas en las paredes de las esquinas ennegrecidas por el humo de las camionetas.