Grecia Aguilera

Desde el ventanal deslumbran en el jardín racimos de lirios blancos humedecidos bajo el sereno, y que han amanecido adormitados, colmados de escarcha y bordados de diminutas gotas de rocío, sinónimo del amor perpetuo. Durante los días brotan los racimos de estos lirios, poco a poco van entregando su nacimiento hasta decaer y marchitarse, pero luego brotan más, llenos de vida y nívea hermosura, porque los lirios nunca mueren, como jamás muere el verdadero amor. Así lo demuestra la palabra poética enamorada y triste de Carmen Matute en su libro titulado “Que te llamen hoguera” dedicado a su esposo Carlos Foncea de quien expresa “mi árbol elemental y simple”, en cada uno de los veintidós poemas que conforman el libro menciona a su amado esposo, lo nombra, lo recuerda de manera constante porque es el ser que ella amó en vida y que aún continúa amando, sintiendo que en su honda poesía lo encontrará de nuevo, como lo expresa en una de las estrofas de su poema “Sueños” que dice: “Te soñé en un jardín/ hoy en la madrugada,/ pero solo pude verte/ a través de la ventana…” Y aún quizá cuando imagina que “No fue Miguel/ el arcángel que me cerró la puerta al Edén,/ fue el aire azul que cruzó tu muerte alada/ para arrancarme de un solo tajo/ el paraíso.” Luego en su poema “Aquel antiguo sentimiento”, Carmen Matute intenta retener, recuperar en su alma, en su mente los recuerdos más intensos, mimosos y amatorios cuando exclama con aguda emoción: “Sale a mi encuentro/ tu recuerdo,/ agua de aljibe para saciar mi sed,/ anticipando amaneceres/ de ayes y gemidos/ y palabras sin pudor/ que ardieron en voz baja,/ lenguaje que fue/ tan solo nuestro./ Tu recuerdo se alza,/ se yergue pleno de besos/ y azul de poesía,/ música antigua/ que atraviesa la noche/ y horada la secreta herida/ del corazón./ Una vez más,/ en el frío de esta soledad/ te sueño/ y te deseo,/ te codicio/ como un cazador/ a la presa/ largamente perseguida./ Cuando la noche/ lanza sus arpones/ y la penumbra se dispersa/ por la habitación,/ aquel antiguo sentimiento/ surge del naufragio,/ de los escombros,/ para tocarme el corazón/ con alas/ de un pájaro impreciso/ todo luz, delirio/ y fuego.” De igual manera sigue manifestando sus sentimientos de soledad en los siguientes versos: “Te has ido, amor,/ y en mi vida se ha instalado/ el asedio de un lento duelo./ Ya no llevo la cuenta/ de los años que he vivido sin ti/ entre zarzales,/ entre las huellas y tatuajes/ que me dejaste sobre la piel y el alma.” Llega al extremo de su desesperación cuando escribe: “¡Qué desentierren/ tus huesos, amor mío!/ Que caven en el campo/ una honda fosa/ donde yo quepa junto a ti/ con mis huesos/ y mi amor desmesurado./ Que desentierren/ tus huesos amor mío,/ que tal vez son sólo polvo ahora,/ y los junten con los míos.” Carmen Matute poeta laureada, nació en la Ciudad de Guatemala el 7 de enero de 1944. Obtuvo la licenciatura en Lengua y Literatura Hispanoamericana en la Universidad de San Carlos de Guatemala. Es miembro de número de la Academia Guatemalteca de la Lengua, correspondiente de la Real Academia Española. En el año 2015, el Ministerio de Cultura y Deportes le otorgó el Premio Nacional de Literatura Miguel Ángel Asturias. Mi señor padre, el maestro don León Aguilera (1901-1997), afirmó en una de sus Urnas del Tiempo que: “Carmen Matute es de una vanguardia suya, de un estro de impulsos súbitos sujetados en el vuelo pegásico. Sus poemas gemas tan de mi gusto, surgen de una espontaneidad creacionista o surrealista, de una rebelión personal y social que se reflejan como luz… El ondular de los versos dentro de su desaire a la métrica ortodoxa es rítmico y como obedeciendo a una cadencia interior.” El espíritu de Carmen Matute es tan libre, como el de una mágica amazona que cabalga hacia el viento en un sueño de cristal.

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