Por NICOLE WINFIELD
CIUDAD DEL VATICANO/AP
La conferencia episcopal chilena presentó hoy su renuncia en bloque después de un escándalo de abusos sexuales y su encubrimiento. El Papa Francisco puede aceptar las renuncias una por una, rechazarlas o demorar su decisión. La dimisión es la mayor consecuencia hasta la fecha del largo historial de abusos en la Iglesia católica.
Tras una reunión de emergencia con el Papa en Roma, 31 obispos en activo anunciaron la firma de un documento en el que ofrecen su dimisión y ponen su destino en manos del Pontífice.
Las víctimas del cura depredador más conocido de Chile reaccionaron con júbilo a la renuncia de los prelados.
José Andrés Murillo, quien semanas atrás conversó sobre el escándalo con el Papa en el Vaticano, dijo que los obispos son «delincuentes». Sostuvo que no supieron proteger a los más débiles, los expusieron a abusos e impidieron la justicia.
Por su parte, Juan Carlos Cruz, el denunciante principal en el escándalo, dijo que la renuncia masiva «cambia las cosas para siempre».
Esta es, que se sepa, la primera vez en la historia que una conferencia episcopal nacional al completo presenta su dimisión por un escándalo y pone de manifiesto el daño que el caso ha provocado no solo en la Iglesia católica en Chile sino en el conjunto de la institución.
Se habían multiplicado los pedidos de renuncias al filtrarse hoy por la madrugada los detalles de un informe de 2,300 páginas, elaborado por el Vaticano, sobre el escándalo chileno. Francisco había acusado a la jerarquía eclesiástica chilena de destruir evidencias de delitos sexuales, de presionar a los abogados de la Iglesia para reducir las acusaciones y de «negligencia grave» en la protección de los menores ante los sacerdotes pederastas.
En un demoledor documento de 10 páginas entregado a los obispos del país sudamericano durante una cumbre esta semana, Francisco apuntó que los obispos eran responsables colectivamente de los «graves defectos» en el manejo de los casos de abusos y de la consiguiente pérdida de credibilidad de la Iglesia católica.
El informe, reportado por la televisora chilena T13 y autenticado por el Vaticano hoy, elevó la presión sobre los obispos para que renunciaran en bloque ya que el Pontífice les dijo que «nadie puede eximirse desplazando el problema sobre las espaldas de los otros».
Los obispos chilenos emitieron un comunicado reconociendo que el contenido del documento era «absolutamente deplorable» y que demostraba «un abuso de poder inaceptable y consciente», además de los abusos sexuales.
Pidieron perdón a «las víctimas, al Papa, al Pueblo de Dios y al país por nuestros graves errores y omisiones».
Agradecieron a las víctimas «por su perseverancia y su valentía, a pesar de las enormes dificultades personales, espirituales, sociales y familiares que han debido afrontar, tantas veces en medio de la incomprensión y los ataques de la propia comunidad eclesial».
Francisco convocó a la conferencia episcopal en pleno a Roma tras reconocer que él mismo cometió «errores graves de juicio» en el caso del obispo Juan Barros, a quien las víctimas del cura depredador Fernando Karadima acusaron de presenciar los abusos y abstenerse de tomar medidas correctivas.
El escándalo trascendió el caso Barros después que Francisco recibió el informe de dos expertos en delitos sexuales enviados a Chile a investigar la magnitud del problema. Ese informe no ha sido difundido, pero Francisco citó sus conclusiones en las notas al pie del documento que entregó a los prelados al comenzar la reunión.
Las conclusiones son contundentes.
Según Francisco, la investigación demostró que hubo «defectos graves» en el manejo de los casos de abusos, con investigaciones superficiales o nulas de las denuncias que contenían pruebas evidentes de delitos. El resultado, dijo, creó un «escándalo para los denunciantes y para todos aquellos que conocían las presuntas víctimas».
En otros casos hubo «negligencias gravísimas» en la protección que debían brindar los obispos y superiores de órdenes religiosas a los niños víctimas de los pederastas. Esta es una referencia a los numerosos casos de abusos sexuales en órdenes religiosas como la Salesiana, la Franciscana y los Hermanos Maristas.
Algunos sacerdotes y hermanos de las órdenes religiosas fueron expulsados de sus congregaciones por conducta inmoral, pero solo «tras haberse minimizado la absoluta gravedad de sus hechos delictivos atribuyéndolos a simple debilidad o falta moral», escribió Francisco.
Esas mismas personas «habrían sido acogidas en otras diócesis e incluso, en modo más que imprudente, se les habrían confiado cargos diocesanos o parroquiales que implican un contacto cotidiano y directo con menores de edad», añadió.
Francisco escribió que sentía «perplejidad y vergüenza» ante las pruebas en el informe sobre las «presiones ejercidas» sobre funcionarios encargados de investigar los delitos sexuales, «incluso la destrucción de documentos comprometedores por parte de encargados de archivos eclesiásticos».
Semejante conducta revela «una absoluta falta de respeto por el procedimiento canónico y, más aún, unas prácticas reprobables que deberán ser evitadas en el futuro».
Durante años, las víctimas de abusos atacaron a la jerarquía chilena por desacreditar sus denuncias, proteger a los abusadores y trasladarlos en lugar de denunciarlos a la policía y a lo sumo aplicarles sanciones leves.
Las notas al pie de Francisco indican que la investigación realizada por el arzobispo Charles Scicluna y su ayudante, monseñor Jordi Bertomeu, dio plena credibilidad a las víctimas.
El mismo Francisco ha sido implicado en el escándalo y en su documento, al señalar que todos los prelados chilenos tenían culpa, añadió «yo el primero».