Francisco Cáceres Barrios
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Si bien es cierto que a los humanos cuando nos agobian los problemas o dificultades terminamos haciendo cosas descabelladas, también es verdad que con el paso de los años vamos adquiriendo madurez y serenidad, lo que nos permite tomar decisiones adecuadas y sobre todo con buen raciocinio. En el caso de nuestro presidente Jimmy Morales, el haber sido sorprendido percibiendo un bono a todas luces ilegal; el que uno de sus hijos y un hermano hayan sido denunciados por haber hecho transacciones mercantiles con el Estado de manera poco ética y también ilegal o que una dependencia de la Presidencia haya utilizado recursos públicos a su cargo para efectuar compras que debieron haber salido del peculio del primer mandatario, parece indicar que le hicieron perder la razón.
Creo que solo así pudo haber tomado la decisión de declarar non grato al Comisionado Velásquez de la CICIG, cuando todos sabemos que entre sus funciones está el actuar en contra de la corrupción y de la impunidad gubernamental. Ante la imposibilidad de salirse con la suya, el Presidente decidió viajar precipitadamente a la sede de las Naciones Unidas y luego a Washington buscando apoyo para la expulsión del Comisionado. Los rechazos a sus gestiones volvió a agravar su pérdida de razón, especialmente cuando recientemente se le descubrió haber recibido financiamiento anónimo para la campaña electoral que lo llevó al poder, lo que por segunda vez se gestiona quitarle su inmunidad y así poder ser investigado como corresponde.
Como artista de la televisión que fue don Jimmy Morales, de sobra sabe que los estudios de opinión pública son muy útiles para conocer no solo la aceptación y simpatía, sino la confiabilidad de las personas e instituciones, ¿entonces por qué insistir en atacar falazmente a la CICIG y a los medios de comunicación, desatendiendo el resultado en que mayoritariamente la opinión pública no está de acuerdo con su gestión?; ¿para qué entonces gestionar concentraciones o manifestaciones que evidentemente ni son espontáneas, mucho menos convincentes? Traigo a cuenta aquel famoso refrán que además de valedero es muy oportuno: “el tiempo perdido hasta los Santos lo lloran”, lo que nos obliga pedirle al mandatario que no siga perdiéndolo inútilmente pues si las funciones y obligaciones del Estado van a seguir sin ser atendidas debidamente los daños y perjuicios serán inconmensurables, debiéndose tener en cuenta que la corrupción daña no solo en el momento en que se ejecuta, sino que para reponer el tiempo perdido son necesarios muchísimo años. Ojalá entonces que el presidente Morales pueda recuperar pronto la razón, pues con solo dedicarse a cumplir con sus deberes todos los guatemaltecos saldremos ganando.