David Barrientos
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En Guatemala hay carencia de liderazgos políticos auténticos a nivel general, lo que identificamos con mucha facilidad es caciquismo, igual a clientelismo político, pues es ya habitual que el voto es comercializado por alguien con los recursos económicos para satisfacer sus intereses y no los de la población en general, pura coincidencia con el sistema caciquil de España de siglo XIX, lo que nos aprocha obligatoriamente a nuestros fugaces “partidos políticos”, convenientemente sin estructura de cuadros.

Me referiré en esta oportunidad al interior del país, no porque sea más o menos importante, sino por la poca atención con la que se le trata, comenta y atiende, dando lugar a grandes atropellos, incluso por los mismos aparatos estatales. El interior pareciera ser otra Guatemala, donde los cambios políticos deben esperar aún más que en la capital del país; pese a que las redes sociales han llegado a las diferentes Guatemalas y con ellas la información y/o desinformación sobre eventos que antes no eran de su conocimiento, hoy ya son motivo de discusión en comunidades antes incomunicadas y aunque es un proceso incipiente, empieza a darse. Es entonces cuando los seudolíderes del interior del país deben hacer el papel que les corresponde, de lo contrario estarán quedando fuera de la contienda, pues al parecer hay un desencanto ya con estos representantes legales aunque a saber si legítimos, con sus tradicionales formas de ganar el voto y ocupar espacios de poder público.

Las diferentes etnias y/o comunidades debieran estar representados en los diferentes espacios de incidencia, toma de decisiones, administración y ejercicio de poder, lo cual parece lejos de hacerse realidad, sobre todo por el carácter multiétnico de nuestro país, es una realidad incluso que los personajes en la vida política visiblemente provenientes de las etnias, comunidades y departamentos, no promuevan la inclusión y atención de las mismas, que por cierto nada tiene que ver con derecha o izquierda; estos seudolíderes, con cuello típico, ven a sus representados con cara de voto, la muestra de ello es que luego de una época de construcción de democracia, nuestras etnias hoy están igual o peor que antes y los que se autonombran representantes de las mismas y que acceden o inciden en espacios de poder se acomodan al estado de las cosas, traicionando a sus supuestos representados naturalmente, maniobrando para mantener una partidocracia, hoy señalada de corrupta y con carencia de propuesta, alejada de la búsqueda del bien común. Para ilustrar esta realidad podemos con certeza observar cómo estos personajes se empiezan a acercar a sus comunidades para aprovechar y jugar con las necesidades de las mismas, una vez se aproximan las elecciones generales, que no es otra cosa que un aprovechamiento del sistema democrático en construcción, con una práctica ingrata, haciendo crecer un sentimiento de desencanto con el sistema y dando cabida en el escenario político a la frustración.

Esperemos entonces el surgimiento de nuevos actores en la política, que no manipulen la necesidad, lo étnico, la falta de educación y la polarización ideológica perversa; para lo cual es necesario promover reformas principalmente al sistema electoral y de partidos que no le teman a la realidad del país, que eliminen el temor a la inclusión, que represente voluntad del pueblo como resultado del ejercicio democrático, de lo contrario solo estaremos heredando un ambiente creciente en necesidades desatendidas que provocan descontento y que su final puede ser desafortunado, acercándonos con mucha seguridad a una explosión social y de carácter violento incluso.

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