Jorge Santos
Como si hubiese sabido leer a la Centroamérica de nuestros tiempos, Lenin planteó que ¡La crisis está madura! ¡Contemporizar se convierte en un crimen! ¡Hay que realizar inmediatamente la revolución y tomar el poder, de lo contrario todo se habrá perdido!
Guatemala, El Salvador, Honduras y ahora Nicaragua son de los países más violentos del planeta, como una consecuencia histórica de la desigualdad e inequidad a la que las élites económicas, políticas y militares nos han sometido desde inmemorables tiempos. Sin embargo; y lamentablemente, no somos los únicos, México se ha sumado a esta oleada de violencia, terror e ignominia que hoy nos agobia como sociedades.
Pero este hecho no es producto de que en estos territorios habiten malas personas, sino de una larga data del ejercicio de la violencia como el único mecanismo para ejercer el poder. Estos territorios, el mexicano, guatemalteco, salvadoreño, hondureño, nicaragüense y sus pueblos han sido testigos de la barbarie impuesta desde la colonia, pasando por nuestra conformación como repúblicas, los conflictos armados y por supuesto la nunca alcanzada paz. Sometidos a férreas dictaduras militares y políticas –dado el caso mexicano– ha instaurado en nuestra sociedad Gobiernos al servicio del capital.
Hoy nuestros países cuentan con gobiernos totalmente coludidos con el crimen organizado y el capital nacional y tranacional, da lo mismo si estos protegen los intereses de las mineras, hidroeléctricas, petroleras, constructores, productores de palma africana o bien los intereses de los traficantes de drogas, armas y personas. Y es que acaso no es esto una práctica común en el Estado hondureño luego del golpe de Estado en junio del 2009; o bien luego de la declaratoria de guerra a los grupos del narcotráfico en México que un gobierno corrupto y coludido con las peores mafias hoy asesina por igual migrantes, estudiantes y periodistas. O es que acaso no han sido reiterados gobiernos en Guatemala, los que han permitido que miembros del poder económico y del crimen organizado formen parte importante de diversas instituciones públicas de las cuales se sirven con la cuchara grande y atropellan con violencia aquellos y aquellas que resisten a sus aviesos intereses.
El horror producido por Estados que ya no se sabe si administran la cosa pública o bien los intereses de diversos tipos de capital, ha permitido que se reprima por parte de las fuerzas públicas, se sirva a los grupos armados de las redes criminales para que asesinen y masacren de manera indiscriminada en nuestros países. Es por ello, que la respuesta debe ser contundente por parte de los pueblos.
Este horror regionalizado, lo deberemos de vencer de manera igual regionalizado. Cada vez más nuestros pueblos deben articularse, generar vastas redes de solidaridad y acción contra el crimen organizado, los oligarcas y sus gobiernos. No basta que nos movilicemos en redes sociales, sino debemos promover asambleas, intercambio de información, de experiencias positivas, de aprendizaje de las formas de actuar. Los pueblos tenemos la obligación de avanzar y derrotar el terror producido por estos grupos.