Edgar Villanueva
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Ayer, el Senado de los Estados Unidos confirmó a Mike Pompeo, exdirector de la CIA como el nuevo Secretario de Estado de los Estados Unidos. La confirmación, era anhelada por el presidente Trump, pues no solo mantiene una buena relación con Pompeo, sino lo considera su tipo de asesor, un “halcón” de la política estadounidense. Cumplido el deseo del presidente Trump, es importante analizar si el cambio de Secretario de Estado es mejor para Guatemala.

El Director, y ahora Secretario, Pompeo es un hombre muy hábil y respetado en diversos círculos de la política estadounidense. Durante su tiempo como Congresista, Pompeo fue parte del Comité Selecto sobre Temas de Inteligencia de la Cámara de Representantes, uno de los Comités de mayor relevancia y poder en el Congreso estadounidense y siempre fue un hábil negociador y conciliador. Por el contrario, Tillerson nunca tuvo este reconocimiento a pesar de su poder empresarial, pues el “establishment” washingtoniano lo consideraba un “outsider”. Esto da a Pompeo una mayor habilidad para obtener apoyo para su gestión de diversas entidades de la burocracia y del legislativo estadounidense.

Asimismo, Pompeo llega con la ventaja que Trump sí lo escucha. Tillerson veía cómo las grandes decisiones de su cartera eran tomadas alrededor de la mesa del desayuno en la Casa Blanca y tuvo poca capacidad para integrarse o al menos dirigir dichas decisiones. Por su parte, Pompeo ha demostrado durante su tiempo en la CIA, que es cercano a Trump, y además, según me cuentan algunos expertos en Washington D. C., tiene una habilidad nata para anticiparse a los deseos del Presidente, siempre ofreciendo de manera proactiva soluciones pragmáticas a problemas complejos.

Su enfoque en América Latina ha sido escaso y con un gran énfasis en Venezuela, aunque también ha mencionado la importancia de México y Centroamérica en algunas de sus intervenciones. Algunos creen que su interés en la región será mayor que el de Tillerson y otros indican que solamente se percibirá así por la necesidad de apoyos regionales para derrocar al régimen de Maduro. En lo que todos coinciden, y yo también, es que la posibilidad que Pompeo tome una posición más dura sobre temas migratorios y de combate al crimen organizado transnacional es muy posible, pues así lo ha expresado en reuniones privadas.

Esto no viene a modificar de manera radical el panorama de la relación bilateral entre Guatemala y Estados Unidos, pero sí puede traer un énfasis en temas de combate al narcotráfico y a las maras. Igualmente, la llegada de un nuevo Secretario de Estado y la salida de algunos funcionarios de nivel medio en la Oficina de Asuntos del hemisferio occidental podría generar un enfoque modificado, más orientado a los temas de interés del Secretario de Estado. Esto no implica un giro en la agenda estadounidense, pero si un “fine tuning” de la misma: “que la política exterior de Estados Unidos, trabaje en función de los intereses más inmediatos de los Estados Unidos.”

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