Emilio Matta Saravia
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Titulo mi columna de esta forma, ya que veo con mucha preocupación similitudes importantes en la forma de actuar ante las dificultades que atraviesan actualmente quienes gobiernan los tres países. Esto es independiente de su ideología (si es que la tienen), ya que Venezuela y Nicaragua se califican como de izquierda, socialismo del siglo XXI o como se quieran hacer llamar, mientras que nuestro gobierno es de derecha, financiado por la iniciativa privada (extremo plenamente comprobado) y con una fuerte influencia militar. Honduras con su incipiente dictadura encajaría perfectamente en esta comparación. A pesar de estar en polos opuestos del espectro político, existen coincidencias que no pueden pasar desapercibidas.
En primer lugar, está la negación total de los hechos y de la realidad. En los tres casos los funcionarios han actuado mal y han tomado decisiones erróneas que han derivado en un importante nivel de descontento popular ante sus gobiernos. De ese hecho no existe duda y en cualquier noticiero puede uno ver claramente las multitudinarias manifestaciones en contra de los gobiernos. Sin embargo, los funcionarios niegan, tanto los hechos que se les imputan como el franco deterioro de su credibilidad como gobernantes, e insisten en que todo está bien y gozan del apoyo popular. El discurso del viernes pasado de nuestro Presidente ante militares es clara evidencia de su estado de negación.
En segundo lugar, culpan a terceros de lo mal que están sus gobiernos. Nicolás Maduro es el más claro ejemplo de ello, siempre culpa al gobierno de Estados Unidos de intentar “desestabilizar” su régimen o a la iniciativa privada, financiada por el país del norte, de la escalada de precios que se vive hoy en día en Venezuela, es decir, la peor inflación a nivel mundial en lo que va del siglo XXI. Semejante cretinismo solo tiene cabida en una persona incapaz de entender que la inflación se debe a un pésimo manejo, de su parte, de las políticas económicas del país. En el caso de Guatemala, el presidente Morales habla de un complot en su contra. Lo mismo hicieron Otto Pérez y Álvaro Colom en su momento, cuando tuvieron crisis en sus respectivos gobiernos.
En tercer lugar, son corruptos y poco transparentes en la gestión pública. Vemos que Daniel Ortega se ha convertido en una réplica de lo que fue Anastasio Somoza en Nicaragua. Nicolás Maduro, Diosdado Cabello y sus huestes han saqueado a Venezuela, y aquí en Guatemala los señalamientos de corrupción al gobierno se dan prácticamente a diario.
En cuarto lugar, utilizan la fuerza para reprimir las manifestaciones ciudadanas. Así como hace unos meses Maduro reprimió a los manifestantes en su contra (que sus corifeos se empecinan en repetir que son turbas patrocinadas por el “imperio”), ahora Ortega en Nicaragua tuvo exactamente la misma reacción para con las manifestaciones de la semana pasada. De igual forma lo hizo Juan Orlando Hernández en Honduras. En Guatemala aún no se ha llegado a los extremos de Venezuela o Nicaragua, hay que admitirlo, y esperamos que nunca lleguen a esas medidas extremas nuestros gobernantes, en un momento de desesperación.
Son demasiadas coincidencias como para no tenerlas presentes. De nosotros depende que nuestro futuro y el de nuestros hijos, no sea como el de venezolanos y nicaragüenses.