Raymond J. Wennier
La semana pasada fijamos la necesidad de entender la cultura de un pueblo en todas sus facetas para poder convivir.
En Guatemala, este concepto es especialmente importante debido a la multiculturalidad, con mayor énfasis en las multilenguas (idiomas), que superan las veintidós en todo el país.
Tomando lo anterior como ejemplo, es obvio que la cultura influencia el ambiente escolar.
Hay una cultura arraigada de aislamiento e individualista del alumno, que no es fácil de modificar. Eso afecta cómo se comportan los alumnos, cómo es la acción de “DRILL and KILL” y “SIT and QUIT”. Como un ejemplo, la cultura de colaboración entre las personas indígenas, demanda cambios en cómo se hacen las cosas; basta mencionar los exámenes estandarizados, individualistas, cuando las empresas demandan la habilidad de trabajar en equipo para resolver problemas. ¿Por qué nuestra educación insiste en seguir lo acostumbrado el siglo pasado, aislar a los seres humanos unos de otros? ¿Por qué no se quiere cambiar?
Las habilidades de las que tanto se habla hoy día, además de la colaboración, son: Ayuda mutua (trabajar en equipo), ser más comunicativos (oral y escrito), pensar crítica y creativamente y esto demanda un cambio en el ambiente escolar.
El punto de colaboración como parte de una cultura, requiere el rediseño del aula en sí. Puede ser mesas redondas (nada nuevo para muchos), más áreas abiertas que permitan mayor movimiento e intercambio entre los alumnos. Más libertad de acción y de expresión de los alumnos. Da pena ver que aún se usan filas de escritorios individuales para atender lo que el maestro está diciendo. Todo centrado en él.
La metodología tiene que cambiarse igual que el currículo, hacia un Diseño Temático, que sea más ágil debido a los constantes cambios de “eventos” que influencian los contenidos.
El comportamiento que cree un ambiente escolar adecuado, puede hacerse únicamente si el maestro tiene una actitud que permita a los alumnos hacer algo diferente y no solamente sentarse, escuchar y luego hacer una actividad superficial para ocupar el tiempo. Todavía insisten en docenas de hojas de trabajo que aburren y matan la creatividad e iniciativa de los alumnos. ¡Esto tiene que cambiar!
Lo que pasa es que una modificación de esa naturaleza saca al maestro de su zona de seguridad. Si el maestro no hace esas modificaciones del ambiente escolar, es probablemente porque no sabe cómo hacerlo, no tiene apoyo, no tiene autoconfianza, está aislado o simplemente no quiere hacerlo porque representa más trabajo y no tiene o siente no tener, los instrumentos pedagógicos y sobre todo, no tiene el tiempo para trabajar en equipo, de pensar, de crear, diseñar y aplicar nuevas ideas que permitan a los alumnos ser activos e interactivos en el aula.
Pensemos, ¿Por qué y para qué educamos hoy día? ¿Cuáles son las habilidades necesarias a ser arraigadas? Este siglo es totalmente diferente al pasado. Si contestamos esas dos preguntas, tendremos la clave de cómo ha de ser el ambiente escolar con sus detalles de acciones para con los alumnos.
La cultura actual debe ser transformadora para poder atender las necesidades del cada día, creando un ambiente escolar diferente para una época diferente.