David Napoleón Barrientos Girón
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Durante los últimos tres años se ha evidenciado la danza de millones de quetzales relacionados con hechos ilícitos, mismos que causan espanto e indignación en los guatemaltecos, sobre todo cuando se compara con los índices de pobreza en el país de la eterna primavera, lo que resulta ser una grosería, pero lo que más debe llamar la atención es la maquinaria de encubrimiento que ha funcionado a través del tiempo y que mutó a las famosas líneas y partidos políticos como estructuras que se han ido perfeccionando durante los últimos años.
Las funciones tradicionales de Estado englobadas en los Organismos: Legislativo, Ejecutivo y Judicial para la procuración del bien común, entre las cuales se puede priorizar: la salud, la educación, la seguridad y el trabajo, han fallado. Por el contrario desde sectores de influencia y poder, incluso desde algunos centros de investigación se proponen proyectos que más parecen distractores para mantener el estado de cosas, como el crecimiento del aparato estatal, sugiriendo: la creación de direcciones, y demás; propiciando un estado con elefantiasis, oneroso y más propenso a la corrupción, también proponiendo proyectos que apuntan a evitar la transparencia o que no contribuyen a los controles que los funcionarios deben tener, entre otros; en lugar de dar paso a propuestas de transformación, modernización, tecnificación y automatización que no solo se identifica más con las nuevas generaciones, sino que haría que el país se inserte más fácilmente en la mundialización de la economía y la globalización de los procesos de transparencia. Lo difícil es, que los que tienen el poder de influir lo entiendan o lo quieran aceptar. Un Estado grande no significa un Estado eficiente, pues podemos tener un Estado gigante pero torpe e ineficiente, pero sobre todo voraz que es sinónimo de corrupción en todos los niveles.
En esta época y como parte de la evolución social acelerada, las desigualdades entre grupos y personas, y los conflictos que en ellas se generan, ahora se plantean en el escenario internacional y de ahí que los actores políticos planetarios como los organismos multilaterales: ONU, FMI, BM, BID, BCIE, megaempresas, las ONG; potencias continentales, etc. asumen papeles que hasta hace pocos años estaban reservados a instituciones públicas nacionales, o al menos su influencia era más solapada y aunque desafortunadamente estas no están libres de cargas ideológicas, son una realidad, habrá que apelar a la comunidad internacional para que corrija esas desviaciones, pero resistirse a ellas solo hace entramparnos en luchas intestinas como la que vivimos hoy en Guatemala, pues parece que no se comprende la dinámica planetaria, que difícilmente se detendrá en la evolución de un nuevo orden mundial que no tolerara más la corrupción, sobre todo si la misma vulnera a la región o continente. Por tal razón urge el surgimiento de un pacto entre los guatemaltecos, un proyecto de nación, libre de cargas extremas, que privilegie en bien común, con nuevos protagonistas y libres de señalamientos, que propicie la danza de recursos en beneficio de todos, de lo contrario no se generará la confianza de los guatemaltecos cada vez mejor informados.
Si no se quiere la intervención de estos actores planetarios, todos los sectores de la sociedad debiéramos encaminarnos por la senda de la transparencia, la buena gobernanza, la utilización del aparato estatal en beneficio de todos para concretar en la realidad y con hechos, los preceptos emanados de la Constitución Política de la República de Guatemala, de lo contrario difícilmente dejaremos de estar tutelados, ¿no creen?