Fernando Mollinedo C.

NO. no es una fórmula química, son las iniciales de la permanente confabulación entre el Crimen Organizado más los Gobiernos de turno y sus dirigentes. “La enfermedad del ignorante es ignorar su propia ignorancia” Bronson Alcott. Este lapidario pensamiento cae como anillo al dedo a aquellos que, creyéndose superior a los demás, tratan de imponer sus costumbres, hábitos, pensamientos y creencias, sin darse cuenta de su irrazonable conducta; por eso, es válido el refrán popular que reza: “Algún día se va a poner de moda el ser IMBÉCIL, y algunos no van a saber qué hacer con tanta fama”.

Lo mismo pasa en ambientes particulares, entre amigos, asociaciones, clubes, organizaciones políticas y religiosas, por ello es que hay movimientos rebeldes, insurrectos, subversivos que se oponen a las idioteces que pretenden imponer quienes ejercen algún liderazgo, jefatura o el poder, sea este público o privado.

La lucha de siempre continúa entre la oligarquía que admitió haber delinquido (eso es Crimen Organizado) y la población que no se organiza, pues al hacerlo, es reprimida por órdenes de los amos quienes utilizan para ello las instituciones de gobierno, léase ejército, policía, grupos paramilitares, jueces y juezas, narcos y hasta iglesias entre otros.

Los discursos triunfalistas de los gobernantes falsean la información, y crean inseguridad jurídica que trae problemas donde no los hay, por el irrespeto a los derechos de la población, con mayor énfasis a la población rural, reprimiéndoles con cárcel y humillación a su dignidad sin distinción de sexo y edad por exigir justicia, lo cual trae consecuencias funestas para quienes aún confían en ella.

El sistema político y social impuesto por los oligarcas de Guatemala, en una simbiosis de gobierno, narcotraficantes y crimen organizado, le apuesta a que, más de 10 de los 15 millones de habitantes pobres en Guatemala, no tienen la capacidad de organizarse para exigir los derechos que por ley les corresponden; por ello, controla el disenso social y la ideología de libertad por medio del despojo, y en segundo lugar, desde los años 50, utilizando la televisión abierta como arma informativa y constructiva de un imaginario ideal de consumismo afín a los intereses de los millonarios organizados con el aval de los regímenes de turno.

Los Gobiernos sometidos al servicio de las empresas transnacionales sin necesidad de invasiones armadas y sus pretendidas reformas estructurales son una farsa a la razón de Estado. Los políticos corruptos de ayer y hoy gozan sus fortunas, a los capos peligrosos y poderosos del comercio, agricultura, comerciantes, industriales, financieros, traficantes de personas, drogas e influencias, se les respetan sus derechos humanos; aunque sean quienes instigan la violencia por medio del quehacer institucional.

El Gobierno parece arder con la consecuente degradación de las personas responsables que prefieren no ver ni escuchar los resultados de sus acciones y niegan la corrupción que los envuelve y quema como las cañas secas del Corredor Seco y todo el territorio nacional.

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