Carlos Figueroa Ibarra
Recientemente he visto una entrevista breve que se le hizo a Miguel Torruco, empresario hotelero mexicano. El referido empresario resulta una voz importante en tanto que es importante en el mundo empresarial por la magnitud de sus inversiones, por haber sido presidente de la Confederación Nacional Turística (2007-2012), Secretario de Turismo de la Ciudad de México (2012-2017). Y recientemente por el hecho de que Andrés Manuel López Obrador lo ha designado como un eventual Secretario de Turismo en el Gabinete que formaría en el caso de ganar las elecciones del próximo 1 de julio. Un hecho novedoso en esta tercera campaña presidencial de López Obrador, es que ha podido granjearse el apoyo de un sector importante, el empresariado mexicano. Han quedado atrás aquellos momentos en los cuales la inmensa mayoría del capital, tenía una postura militante contra Andrés Manuel por considerarlo “un peligro para México”, en tanto que era encarnación del “populismo autoritario”.
Me ha llamado la atención que Torruco –consuegro por cierto de Carlos Slim–, haya expresado en la referida entrevista que considera equivocado tildar de “populista” al candidato presidencial de Morena. Dice Torruco que si después de revisar el Proyecto de Nación 2018-2024 impulsado por el lopezobradorismo y sus aliados, se insiste en tildar a su candidato como “populista”, habría que redefinir en el diccionario tal término. La parte del empresariado que no apoya a López Obrador no le tiene confianza, tiene miedo a que costosas y muy discutibles inversiones como el nuevo aeropuerto internacional de la Ciudad de México, se vayan a suspender. Tampoco está de acuerdo en el congelamiento de los precios de las gasolinas, cuyas alzas han castigado enormemente al pueblo mexicano. Adversa las intenciones de revertir la privatización del petróleo, la lesiva reforma laboral y la reforma educativa. No encaja además Andrés Manuel, en el perfil del tecnócrata educado en Estados Unidos de América y convencido neoliberal que han encarnado los presidentes y altos funcionarios federales en las últimas décadas.
Por eso resulta interesante resumir las razones de Miguel Torruco para apoyar a López Obrador. Acaso sus razones sean representativas de la parte empresarial que también lo está apoyando. Dice Torruco que el 95% del empleo en México lo generan la pequeña y mediana empresa que hoy es ahogada por los engorrosos trámites burocráticos (“la tramitología”) que no son sino caldo de cultivo para la corrupción. A buena parte de los empresarios en sus distintos estratos, los agobian los costos enormes que representa para sus ganancias el negocio de la corrupción. Los afecta que México sea uno de los países más violentos del mundo, producto de una criminalidad desbordada que los expone a los secuestros y a la extorsión. Más aún, que esta corrupción y criminalidad rampante goce de una gran impunidad. México debe ser autosuficiente en materia de combustible (se importan 600 de los 800 mil barriles diarios que se necesitan) y en materia alimenticia, es decir los insumos de la producción y de la fuerza de trabajo.
He aquí pues las razones del empresariado.