René Leiva

Ñabas, Claudio Federico, inventó y descubrió sus propias e intransferibles supersticiones, decía que a la medida de su alma, y todas, vaya paradoja, con cierto grado de lógica, razón de ser, significación, contenido poético, permanecía de ánimo y por demás inofensivas e incluso simplistas. Una superstición suya era creer que usar paraguas bajo la lluvia provocaba calvicie; otra, regar el limonero en luna llena da frutos plenos; una más, lamer platos evita el mal de Parkinson; la última, roncar aleja los malos espíritus en torno al durmiente. Hasta el final de su vida tuvo y practicó supersticiones secretas que le dieron un raro sentido a su existencia.

Ñandú Espina, Malaquías, durante varios gobiernos paramilitares o de fachada democrática prestó sus servicios como diestro tejedor de cortinas de humo con gran eficacia encubridora o simuladora, según opacidad, tamaño, diseño, atractivo popular, duración, a pedido del cliente gubernamental. Aunque se mantuvo en la sombra y acumuló regular fortuna, un cáncer pulmonar de origen fumífero o fumígeno llevolo a la ahumada tumba.

Ñeñeequen, Nils, autor de la segunda parte no autorizada de “Cien años de soledad”, ambientada en una Dinamarca Shakespeariana, en que Elsinor sería Macondo y Hamlet uno de los Buendía.

Ñeque, Alfonso, peso pluma, de un derechazo mandó al otro mundo a Kid Pelelele durante un encuentro en el Santa Apolonia Square Garden, a raíz del cual arrojó la toalla y optó por predicar en el desierto.

Ñorbo, Paula, estudiosa de la temporalidad, sin dominar tecnicismos de filosofía europea, tradicional, académica, hablaba del olvido a priori, olvido previo, olvido anticipado, olvido precoz, olvido latente, oculto o no del todo manifiesto. Intragable como el olvido desde su estado larval deviene eterno. ¿Dónde está Paula Ñorbo?

Ñuñú, bufón, transformista y espía en la corte de Bromuro el Impávido, podía cambiar en un santiamén de enano a gigante, de jorobado a esbelto mancebo, de cardenal a viejo pordiosero. Enamorado de la bella Tascania, hija del ministro de guerra, prometida del conde Cromañón, comandante de kaibiles, ante la imposibilidad de ser correspondido con ser quien era, transformose para siempre en el conde, casose con Tascania y vivieron muy felices.

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Según reciente sondeo el 67.5 por ciento de las guatemaltecas adultas ignoraba que tuviesen vulva y que “eso” se llamara así… hasta que sobrevino el escándalo de inspiración seudofeminista, circense y burdelesca, más el oportunismo politiquero, corrupto e impune. Por cierto, entre el monólogo de la vagina y la procesión de la vulva, si somos serios y democráticos, debería darse voz y voto al camarada clítoris para que salga de su habitual escondrijo, pues vive tímido y un tanto retraído, no le gusta aparecer en la foto ni que lo entrevisten, pero debidamente estimulado es un viejo compañero de luchas y afanes revolucionarios entre la muchachada de ayer, hoy y siempre; todo lo cual no obsta para que a doña vulva, en ocasiones, se le someta a agotadores pero gozosos ejercicios deportivos e históricas jornadas laborales, sea en la ciudad o en el campo.

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