Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt
@ppmp82

Previo a la declaratoria del non grato ya alguna gente se había encargado de divulgar las intenciones presidenciales y muchos pensamos que llevar a cabo el malévolo plan no era factible porque significaría dar un salto al vacío, dejando al país en una complicada situación, pero fue un tremendo error de cálculo porque Jimmy Morales ordenó la expulsión del jefe de la CICIG, Iván Velásquez, aunque lo hizo mal como casi todo lo que hace su gobierno y no pudo terminar materializando su decisión gracias a la valiente actitud de muchas personas.

Pero ahora, más preocupado, con más presiones que en agosto del año pasado y con un Álvaro Arzú convertido en jefe del Presidente por la mera necesidad de evitar que sus días terminen como “el preso más importante”, Morales se encuentra en una encrucijada que no le permite vivir en paz y que lo tiene más cerca de cometer errores que pueden ser fatales para el país y los millones que en él habitan.

Por un lado, está el grupo que lo anima a revivir el 27 de agosto (día en el que decidió expulsar a Velásquez), pero ahora con plenas garantías de que Velásquez quede afuera y de que no existan magistrados de la Corte de Constitucionalidad (CC) que se animen a detener su expulsión como ocurrió en agosto; por el otro los que le dicen que no atienda esos extremos porque los llevarán a una ruina total porque los que hoy le hacen porras u ordenan sus pasos, serán los primeros en venderlo cuando sea el momento necesario.

Los primeros además aconsejan que para ser exitosos, hay que evitar que Thelma Aldana termine su período y que se remueva a Jordán Rodas de la Procuraduría de los Derechos Humanos (PDH) para mandar un mensaje claro de fuerza, añadiendo que al tener el control del Ministerio de Gobernación y de mandos clave en la cúpula policial, podrán ejecutar el plan sin mayores contratiempos.

Los segundos le dicen al mandatario que hacerlo lo meterá en más problemas y que aunque ha “cedido” espacios en algunas cosas, tomar esa decisión llevará a Guatemala a un aislamiento mundial y las consecuencias serían fatales para la nación.

Han tratado de buscar mil y una maneras para ir ejecutando el plan y así se deben entender muchas de las cosas que han pasado en los últimos meses y como, al amanecer cada mañana, se dan cuenta que las investigaciones siguen y los riesgos son latentes y las porras para que se ejecute el o los actos que se asemejen al “Serranazo” aumentan de intensidad.

Por eso es que uno de los frentes de pugna es el que mantiene Arzú con aquellos que desean dar el paso para reconocer que el país en estas condiciones no tiene viabilidad porque estima que aceptar hechos y nuestra realidad lo deja peligrosamente solo porque el paso siguiente debería ser unirnos en torno a la reforma integral del Estado. Por eso el chantaje es total con relación a la Ley de Aceptación de Cargos y la reforma al financiamiento electoral.

Y están poniendo toda la carne en el asador, porque la clase política no se quiere ver aislada y el hecho de que más voces se sumen al pedido de cambio sobre una agenda mínima que nos permita ajustar el sistema para que tenga una cara sostenible, los hace sentir un potencial asilamiento y por eso los chantajes se han incrementado y la intención de desacreditar (de cualquier manera) a quienes ven como amenazas, se convierten en la peligrosa herramienta que nos llevará al caos.

Ojalá Morales entienda que quienes hoy lo apoyan serán los primeros que lo venderán y que si decide enfrentar sus actos con responsabilidad e hidalguía, puede haber futuro para él y su familia tras asumir las consecuencias, pero si cede ante las presiones de las mafias para evitar que él y Arzú enfrenten la justicia, su futuro se acabará para siempre porque los que hoy lo “apoyan” lo venderán y negarán más de tres veces.

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