*POR MARIELA CASTAÑÓN, JULIO SANTOS Y FERDY MONTEPEQUE

La explotación sexual de niños y adolescentes varones no registra mayores datos ni estadísticas, pero existe. Hasta ahora, el Ministerio Público (MP) y la Policía Nacional Civil (PNC) únicamente conocen un caso de una red de trata que explotó sexualmente a jóvenes centroamericanos, mientras que un informe de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG) y del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) presentado en 2016, estima, de acuerdo con los datos de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC, por sus siglas en inglés), que por cada víctima rescatada (general), treinta más son explotadas sexualmente de forma clandestina.  También indica que organizaciones de la sociedad civil han estimado que los niños, niñas y adolescentes (NNA) sometidos a trata con fines de explotación sexual, solo en la ciudad de Guatemala, ascienden aproximadamente a 15 mil.

Un caso no registrado, pero real

“Norman se llamaba ese señor que me engañó y se aprovechó de mí”, recuerda ahora con cierto rencor un hombre adulto, a quien identificaremos como Juan Carlos. A los 14 años de edad decidió abandonar la aldea donde nació, en Melchor de Mencos, Petén. No había trabajo en esa región y su familia sobrevivía en condiciones extremadamente precarias.

Juan Carlos era el noveno de dieciséis hermanos, y apenas había cursado el segundo grado de la escuela primaria. Su principal ocupación laboral había sido, hasta entonces, la ganadería y el corte de banano, según la temporada.

Cuando no tenía trabajo afuera, ayudaba a su papá en distintas labores de agricultura, pero apenas sobrevivían.

Por recomendación del amigo de un tío, Juan Carlos se trasladó a la ciudad de Guatemala. Logró juntar dinero para el pasaje en autobús, y empacó todas sus pertenencias: un pantalón, otro calzoncillo y dos playeras. Viajaba con la promesa de que sería empleado en tareas de descarga de furgones en la zona de almacenes de la 20 calle de la zona 1.

Una madrugada de 1997 el niño de 14 años llegó a la capital, donde nunca había estado. Desorientado, deambuló durante dos horas hasta que llegó a la Municipalidad. Desde ahí, con la ayuda de transeúntes, logró localizar el almacén que lo contrataría. Sin dormir ni comer, esperó varias horas y cuando finalmente lo atendieron le indicaron que no podían contratarlo por ser menor de edad.

Juan Carlos recuerda que era un día soleado, pero él se sentía desolado, como atrapado en un túnel sin luz. “Cuando no me agarraron (contrataron) me asusté mucho.” No conocía a nadie en la ciudad. Desconsolado, se sentó en la banca de un parquecito en las cercanías del Teatro Nacional. En sus bolsillos todo lo que tenía era Q10. El muchacho lloró en silencio ante la incertidumbre de no poder regresar a su casa, en Petén, ni tener un techo, o con qué sobrevivir en una ciudad desconocida y hostil.

Se acercó a él un hombre con planta de evangelista y se sentó a su lado. “Me comenzó a hablar de Dios. Me preguntó por qué lloraba y le conté mi situación. Se ofreció a ayudarme”. Lo llevó a una casa de la zona 3, ofreciéndole que allí tendría techo y comida, mientras le conseguían un trabajo.

Era la casa de Norman. “Alto, canoso, algo viejo, pero muy amable.” Recibió a Juan Carlos en la sala y le ofreció comida. El hombre con apariencia de evangelista y Norman hablaron por aparte, mientras en los corredores de la casa caminaba un muchacho en pantaloneta y sin camisa.

Norman le ofreció posada al recién llegado y hacer gestiones para un trabajo. Eso lo reconfortó, aunque durante la siguiente semana permaneció ocioso en la casa. Veía que otros muchachos llegaban a dormir un rato y luego salían. “Nunca imaginé de qué se trataba”, dice, aún intrigado.

Fenómeno internacional

Según UNODC, la trata es un delito que implica la victimización de las personas en diferentes actividades de explotación. El estándar para la definición de la trata de personas está incluido en el Protocolo contra la Trata de Personas de las Naciones Unidas.

La información de UNODC detalla que la trata de personas ocurre en todas las regiones, y en la mayoría de países de todo el mundo: víctimas de 152 nacionalidades se han detectado en 124 países.

A pesar de que la mayoría de los países son a la vez origen y destino para la trata de personas, las víctimas tienden a ser llevadas de zonas relativamente más pobres hacia las más ricas. Más del 70 por ciento de las víctimas son traficadas dentro de su subregión a los países cercanos o por dentro de las fronteras de un país.

Mientras que el 70 por ciento de las víctimas detectadas son mujeres y niñas, hombres y niños también son víctimas de trata en números cada vez más significativos, refieren los datos de UNODC. Es más, en el reporte anual de 2016, esta oficina de las Naciones Unidas indica que los niños varones han llegado a representar casi un tercio del total de víctimas de trata detectadas en el mundo.

Cuando la denuncia es la excepción

La explotación sexual de niños y adolescentes varones es más compleja de investigar que la de mujeres, según la Sección contra la Trata de Personas de la PNC. Por motivos principalmente culturales, las denuncias resultan la excepción. La estigmatización de niños abusados y prostituidos, que es grave entre las niñas, resulta en estos casos mucho mayor. El entorno de machismo y humillación activan un mecanismo personal, familiar y social de silencio que rara vez se rompe a través de denuncias judiciales.

En los últimos años, esta unidad policial únicamente ha conocido un caso que corresponde a una red de trata de personas, que explotaba sexualmente a jóvenes centroamericanos en el Barrio Moderno, en la zona 2, de la ciudad de Guatemala.

La banda fue desarticulada el 3 de junio de 2016. La PNC capturó a Rony Antonio Paniagua Corado, de 32 años; a Wilber Alexander Pérez, de 28, y a Rudvil Noé Nájera Duarte, de 27, por los delitos de trata de personas, promoción y facilitación a la prostitución.

Los investigadores explicaron que los integrantes de esa estructura reclutaban a jóvenes entre familias de escasos recursos, a través de falsas promesas de empleo en Guatemala, y al llegar a su destino eran obligados a ejercer la prostitución.

La captación o reclutamiento la realizaban a través de hombres que viajaban a los países vecinos en Centroamérica ofertando oportunidades de empleo a los muchachos. La estructura captaba a los adolescentes por medio de uno de los integrantes de esa banda, que era conocido dentro de la comunidad.

De acuerdo con las pesquisas, los niños víctimas de trata eran obligados a contactar a sus clientes en las zonas 1 y 2 de la ciudad de Guatemala. Explotaban a las víctimas por cantidades que iban desde Q350 a Q800, y si se oponían eran agredidos física y sexualmente. Según los investigadores, los jóvenes de menos edad y de tez blanca eran comercializados hasta por Q800.

El inicio de su esclavitud

Una mañana de sábado, Norman le pidió a Juan Carlos que se bañara bien y, como le había comprado ropa de diferentes estilos, le indicó que se vistiera con el pantalón más tallado del guardarropa y una “bonita camisa”. Le ordenó, además, que se rasurara la zona púbica. Ante el semblante atónito del muchacho, Norman le informó que iba a hacer unas fotos con una amiga suya que buscaba modelos para ropa, incluyendo ropa interior.

Debido al trabajo de campo que realizaba en Petén, Juan Carlos tenía un cuerpo corpulento y un color de tez blanco bronceado. “Me pidió que posara. La idea de ser modelo me gustó, aunque no tenía idea de cómo se hacía o de qué se trataba”.

Poco a poco Norman le fue pidiendo que se quitara la ropa, hasta que quedó completamente desnudo y él personalmente –no la supuesta amiga- tomó las fotos. El menor tuvo dudas sobre el desnudo, pero el fotógrafo improvisado se adelantó a aclararle que “así es el mundo del modelaje”.

Lo que sacó de órbita al joven fue que Norman le pidió que tuviera una erección, “y tomó muchas fotos de mi pene”. Norman controló por completo la situación. “Tenía una labia para convencerlo a uno de hacer las cosas. Yo me creí todo el cuento”, reconoce ahora la víctima.

Norman lo sentó en la sala esa misma noche y le explicó que cualquier trabajo en la capital era bueno.  Le garantizó que ganaría mucho dinero, pero que tenía que ser muy “colaborador” y “dejarse querer”. “Fue la primera vez que hablé de cosas sexuales con él. Me puse muy nervioso y no entendía por qué me lo decía: que yo tenía un potencial entre las piernas, que en ese momento la moda era tener relaciones con todo mundo y mejor si era por dinero. Me habló sobre los homosexuales. Yo no sabía qué era eso, y me explicó”, relata Juan Carlos más de 20 años después.

Al siguiente día, Norman subió al joven a su camioneta y lo llevó a un callejón cerca del Paraninfo (antigua Facultad de Medicina de la Universidad de San Carlos), en la zona 1. Ahí los esperaba otro sujeto en un carro. Norman descendió y fue a hablar con él. Regresó con Juan Carlos y le indicó que se fuera con el hombre en el otro auto. Antes, lo instruyó que debía ser amable con el cliente. “Escuché por primera vez la palabra cliente”. Me aseguró que ese hombre me daría mucho dinero. No quiero contar lo que me hizo ese señor en su apartamento. Fueron largas horas de un calvario”. En este momento a Juan Carlos se le humedecen los ojos, pero continúa.

“Ese fue mi primer cliente. A mis 14 años fui prostituido a la fuerza por ser ignorante de la realidad. A partir de ese momento comenzó mi infierno. No me podía ir de la casa porque Norman me amenazó. Me decía que si me quería ir le tenía que pagar todo lo que él me había dado. Si no le daba 20 mil quetzales, me metería preso”.

Juan Carlos llevaba seis meses en la capital, pero no conocía a nadie más que a Norman y a sus “clientes” anónimos. Durante ese tiempo no visitó a su familia en Petén, pero, a través de Norman, les enviaba dinero cada cierto tiempo. Así, de alguna manera, sabían que él estaba al menos vivo y trabajando.

Norman cobraba Q500 o hasta Q800 por cada cita que le arreglaba, y tomaba más de la mitad y el resto se lo daban al muchacho. Concertaba, por lo menos, seis citas a la semana.

Juan Carlos entendió entonces por qué los jóvenes que vio al inicio en la casa de Norman solo llegaban a dormir y no los volvía a ver. Ellos también eran víctimas de trata para la explotación sexual, pero nadie dijo nada. Nadie habló del tema en sus encuentros fortuitos y, menos, nadie denunció.

Después de casi dos años de estar en cautiverio, Juan Carlos conoció en un mercado, en las inmediaciones de la casa de Norman, a la mujer que ahora es su esposa. Ella, sin saber a lo que se dedicaba su novio, le pidió que se fueran a vivir juntos. El joven aceptó y hasta hace apenas dos años le confesó su trágica verdad.

El único caso investigado

A pesar de los casos documentados sobre explotación sexual sufrida por niños varones y hombres mayores de edad, en la Fiscalía contra la Trata de Personas solo se investiga un hecho en el que se señala ese delito. El caso consta de tres denuncias que llegaron a la Fiscalía entre 2014 y 2016, las cuales fueron relacionadas debido a que los hechos son “similares”, de acuerdo al fiscal Alexander Colop.

Las primeras dos denuncias fueron remitidas a la Fiscalía por la oficina del Procurador de los Derechos Humanos (PDH). La tercera denuncia la planteó una persona de 23 años, quien se identificó como miembro de la comunidad LGBT. Dijo haber sido víctima de una red de trata que lo obligó a prostituirse en sectores de la zona 1 de la capital de Guatemala, y a pagar una cuota semanal de Q500 a cambio de que no atentaran contra su integridad.

Dificultades en la investigación  

Colop explicó que la declaración de la víctima fue recibida en cámara Gesell, y que fue complicado tomarla porque al inicio estuvo renuente a declarar en contra de sus victimarios. Después de recibir el primer testimonio, otras siete personas de género masculino se acercaron a la fiscalía para denunciar que también habían sufrido trata de parte de los tres señalados de liderar la supuesta estructura; sin embargo, estas personas se negaron a dar su testimonio en anticipo de prueba por temor a represalias.

En los allanamientos en el Barrio Moderno, zona 2, se encontraron a adolescentes y niños que convivían en las tres viviendas. Pero cuando fueron entrevistados por los fiscales, negaron haber sido víctimas de trata. No obstante, Colop aseguró que se continuará la investigación y que la denuncia fue remitida a la Fiscalía contra Extorsiones, por lo que los hechos podrían encuadrar en otro tipo de delitos.

En 2016 el MP recibió 256 denuncias por trata de personas, la mayoría por explotación laboral. De enero a mayo de 2017 se han recibido 146 denuncias; 80 se han reportado en Guatemala y El Progreso.

Danissa Ramírez, directora Contra la Trata de Personas de la Secretaría contra la Violencia Sexual, Explotación y Trata de Personas (SVET), explicó que entre las denuncias recibidas en 2016 se señala que 25 hombres habrían sido víctimas de trata, pero solo se identificó a dos personas de la comunidad LGBT, quienes dijeron que habían sufrido explotación sexual.

La defensora de Trata de la oficina del PDH, Ana Lucía Peláez, explicó que la explotación sexual sufrida por personas de género masculino es un fenómeno “invisibilizado” porque se sabe que ocurre, pero generalmente las víctimas no lo denuncian por temor a represalias. Agregó que en 2016 esa oficina recibió 57 denuncias, pero la mayoría son anónimas, lo cual dificulta profundizar en los hechos, o son referenciales, presentadas por tercera persona que conoció el hecho.

*La nacionalidad de la víctima está bajo reserva por seguridad.

*Este reportaje fue elaborado en el marco del Ciclo de Actualización para Periodistas. En este trabajo participó Julio Santos (+), a quien recordamos por su enorme calidad humana y profesional.

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