Jorge Santos

Francisco Morales Santos, poeta guatemalteco, escribió que “el silencio perdió su trayectoria frente a una mano que abre las puertas a la voz”. Y es que este fragmento del poema Trazos sobre el papel, recupera con toda su complejidad el actual momento histórico que estamos viviendo. Este crucial tiempo estará marcado entre otros fenómenos, por el inicio el día de ayer del juicio oral y debate público contra cinco militares acusados de la desaparición forzada de Marco Antonio Molina Theissen y la detención ilegal, secuestro y violencia sexual contra Emma Molina Theissen.

Y es que sin lugar a dudas, luego de 36 años de haberse suscitado los infaustos hechos de terror contra la familia Molina Theissen, hoy cuatro mujeres dignas y valientes, emprenden el camino de la justicia y con ella abrirán las puertas a las voces de las y los desaparecidos en Guatemala. Este paso que pudiera ser juzgado como un paso más en el entramado de la justicia guatemalteca, no es poca cosa, dados al menos tres aspectos fundamentales. El primero de ellos se configura frente a la historia, la memoria y la verdad. La Comisión para el Esclarecimiento Histórico -CEH- describe que, en Guatemala durante los 36 años de guerra, se registraron 45 mil desapariciones forzadas y entre ellas 5 mil de niños y niñas. Marco Antonio es uno de ellos. Con esta acción, las hermanas y madre de Marco Antonio promueven que más y más familias sufriendo la desaparición de un hijo o hija, hermana o hermano o incluso padres y madres, busquen la justicia contra quienes cometieron estos deleznables hechos.

El segundo aspecto fundamental es frente a la propia familia. Luego de haber sufrido en carne propia la tortura, la desesperanza, el destierro y el dolor cotidiano que representa la desaparición forzada de un hijo y un hermano, han iniciado la búsqueda de justicia y los restos de Marco Antonio. Hoy el fruto de esa lucha tenaz y persistente ha logrado que cinco altos mandos militares de la época, estén enfrentando un proceso penal, por las atrocidades cometidas. El tercero aspecto se perfila frente a la sociedad guatemalteca. Nos encontramos frente al rostro más cruel de nuestra historia: la del militar capaz de someter a un niño a la detención y desaparición en acto de vil venganza de los soldados capaces de secuestrar, torturar y violar a una joven, en el destacamento militar de Quetzaltenango. Y nos enfrenta en la medida en la que nos cuestiona para transformar esta sociedad, con la esperanza puesta que estos hechos y otros sufridos durante la guerra, no vuelvan a suceder nunca más.

Hoy estas cuatro mujeres, doña Emma, Lucrecia, María Eugenia y Emma, con su ejemplo, su lucha tenaz, persistente y con sus manos están abriendo las puertas a la voz de la verdad, de la justicia y por ende requieren de nuestro apoyo, acompañamiento, solidaridad y respaldo absolutos para vencer a la inhumanidad que les arrebató a Marco Antonio.

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