Dra. Ana Cristina Morales Modenesi

Febrero como ya les he dicho es mi mes preferido. Cuando comencé a escribir me dije a mí misma que desearía en lo posible emprender con artículos que ayudaran a vaciarnos de la rutina, del descontento y del malestar que en demasiadas ocasiones transmiten las noticias de acontecimientos dentro de nuestra sociedad.
Ello como una forma, tal vez, muy frágil, honesta y cariñosa de transmitir esperanza en y por la vida. Ya que lo que observo con frecuencia en el diario vivir, cuando cruzo las calles, cuando camino, cuando tránsito en vehículo. Son ojos apagados, gente apurada, temerosa, sintiéndose o siendo perseguida por situaciones reales o imaginarias, seria sin ni siquiera una mueca que simule una sonrisa.

La soledad no existe como una fuerza, sino se le repele y se le golpea duro, es incomprendida. Les comparto que he aprendido mucho de ella y no la sufro. Me ayuda a reflexionar, a acompañarme de mí misma y explorar el mundo desde adentro. También fui enseñada a que la soledad fuese un estorbo en mi vida, por ello, me he dado a la tarea de desaprender tal cosa. La soledad, me ha dado la oportunidad de valerme por mi misma, de meditar, de tener mayor capacidad de disfrute y aprecio por diferentes manifestaciones de arte y de ser creativa, de tener un mejor acercamiento a quien soy y a lo que deseo. De ser independiente, de no pelear guerras sin sentido y sin tregua. De lanzarme a proyectos, imaginaciones, ensueños solo porque así lo siento y lo quiero. De ser más compasiva conmigo y con los demás, y algo muy importante, de apreciar el silencio.

También mi capacidad de asombro se ha fortalecido, un celaje, una pequeña flor que brota a la vida, los atardeceres, amaneceres, los sonidos imperceptibles ante el bullicio, los colores, sentimientos reflejados en facies humanas, el sol, la lluvia, el calor, el frío. El contacto con la naturaleza, la cual entra al alma y le une a uno con el todo. Además, me siento más bondadosa, no necesariamente porque sea más buena o menos mala, sino porque mi decisión de disfrutar de la soledad me libera del mínimo interés en interrumpir, prejuiciar o entorpecerle la existencia a alguien más.

Estos descubrimientos los quise compartir con ustedes, la verdad que no es fácil hacer público una parte de mi mundo privado. Pero pienso que puede existir una ganancia en ello, ya que con frecuencia me encuentro con personas que se aquejan y tribulan de su soledad y como una muestra de cariño hacia estas, estoy interesada en compartir mis sentimientos y hallazgos.

Tampoco significa que no disfrute de sentirme acompañada, pero haber tenido este descubrimiento me hace mucho más feliz cuando también puedo disfrutar de un intercambio humano. El cual por pequeño que sea se convierte en genuino y de corta distancia de corazón a corazón. Y las relaciones con los otros, se convierten en encuentros más selectivos y productivos. Pequeños festejos, desde insignificantes cosas. Así que, mi deseo es ayudarles a explorar su propia soledad, a no evadirla ni descalificarla y sugerir el aprender a disfrutarla. Que ese reaprendizaje también les ayudará a una mejor convivencia con las personas que han decido estar en sus vidas, de manera transitoria o perdurable. Y es un hecho, que al escribir también se ejercita la práctica de la soledad.

 

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