Estuardo Gamalero

Dijo Mario Moreno (Cantinflas)
“El problema es la pobreza no la riqueza. Hay que reducir el número de pobres, no de ricos”.

Tal vez, el dilema de fondo sea el orden equivocado del paradigma: “erradiquemos la pobreza”, el cual demagogos de derecha y masoquistas de izquierda, utilizan como bandera para vivir de ella. En el ínterin, ambos lucran mediante la implementación de soluciones inviables que repiten y con las cuales fracasan en cualquier país del mundo. Eso sí, para mientras, se llenan los bolsillos con ocasión de los trabajos, subsidios y asesorías que consiguen de una ONG o el vivaracho intermediario de algún país donante.

Si digo el “orden equivocado”, es porque el razonamiento sobre el cual deberíamos generar propuestas y mesas de discusión, no se trata de cómo erradicar la pobreza, sino más bien, “cómo producir riqueza”: cómo generamos y atraemos negocios lícitos que provoquen trabajo digno, impuestos y desarrollo humano en los lugares que se producen las inversiones.

Las soluciones prácticas deben enfocarse en cómo erradicar las causas que impiden la generación de riqueza, más allá de atender superficialmente la pobreza como la consecuencia de un fenómeno social.

En una misma frase, parecieran contradictorios los conceptos “negocio” y “pobreza”. Un negocio se asocia con el lucro y la prosperidad, mientras que la pobreza la equiparamos con la miseria. Sin embargo, hay personas y organismos cuyo activo de negocio es la pobreza imperante y se benefician de mantener un estado o una imagen de pobreza, desigualdad y subdesarrollo.

Las personas necesitamos condiciones que nos permitan una vida digna: salud, alimentación, seguridad y libertad. ¿Por qué? Pues porque uno de los postulados de la naturaleza humana es “el deseo de mejorar de posición”: Todos queremos avanzar y mejorar en nuestro nivel de vida, en palabras simples: superarnos.

Guatemala, al igual que muchos países del mundo tiene un alto grado de pobreza, con áreas en total abandono. No obstante, puedo decirles, que la información publicada hace algunos días por “CEPAL” respecto de la pobreza en este país NO es correcta, o mejor dicho, fue elaborada con información adulterada y manipulada, por políticos y técnicos mandilones. Estos han pecado ya sea por omisión, o bien, por un manifiesto interés de hundir en una imagen de pobreza a nuestro país, en vez de generar una agenda de desarrollo transparente, objetiva y sostenible, que invite a generar riqueza incluyente en las áreas más necesitadas.

Sin lugar a dudas, hemos sido testigos de la riqueza ilícita que se ha movido a favor de élites sindicales, también de mercantilistas que una vez ricos, presumen de ser empresarios. De activistas pseudosociales que lucran de la confrontación y la oposición. Por supuesto, de las clicas políticas que, a través de sus maquinarias de ratería, hacen los negocios salpicando, condicionando y/o amenazando a todos los que se presten.

Lo que necesitamos, son políticas que incentiven la inversión, fomenten el empleo, reduzcan los trámites, fortalezcan la seguridad jurídica y reduzcan los impuestos.

No deseo que se malinterprete o estigmatice a los diferentes sectores. Dentro de los anteriores, estoy seguro, existe bastante más gente buena que mala, con desventaja eso sí, que los buenos muchas veces guardan silencio y tolerancia, frente a todo aquello que creen no se puede cambiar.

Pero volviendo al tema “el negocio de la pobreza”, debemos reconocer que no es cosa nueva y por siglos ha sido una forma de controlar, expandirse o ganar a costa de alguien más. Las razones son varias. Una de ellas, es que de la mano de la pobreza viene la falta de educación y conocimiento. Esto facilita la sumisión de la gente y permite que el resentimiento se sobreponga a la lógica.

Aparecen los paladines de una supuesta “justicia social” quienes venden la idea de una asesoría, de subsidios y de intervenciones, ya sea de alguna ONG especialista en la materia, o bien, de Estados “amigos”, supra desarrollados y rectores del orden mundial, que, por supuesto dictan sus instrucciones a lo externo, pero difícilmente lo hacen a lo interno de sus propias naciones.

Pareciera que, en alguna medida, los demagogos, los populistas y los dictadores, necesitan “pobres” para someterlos, acarrearlos y utilizarlos como chivos expiatorios, en la consecución de: a) una agenda ideológica, o b) una agenda de corrupción, que irónicamente y, en ambos casos, los hace política y económicamente más fuertes.

Por ejemplo, con posterioridad a la segunda guerra mundial EE. UU. implementó el “Plan Marshall” por más de trece mil millones de dólares (US$13,000,000,000.00) para reconstruir, reactivar y desarrollar los países de Europa.

Los regímenes de Chávez y Maduro han recibido regalías de países latinoamericanos y afroasiáticos que por mucho superan el monto del Plan Marshall. Hoy, los parientes y la élite allegada al régimen del dictador viven en la opulencia de todo lo que se han robado, mientras el pueblo venezolano se hunde en total inseguridad y pobreza, sobre la cual el “que habla con los pajaritos” insiste que es culpa del imperio, de los ricos y de los empresarios.

Como dijo Mario Moreno (Cantinflas): “El problema es la pobreza no la riqueza. Hay que reducir el número de pobres, no de ricos”.

 

 

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