Por Alberto Bravo
Madrid/Barcelona
Agencia (dpa)
El Barcelona dijo hoy adiós a Javier Mascherano, adiós a siete años y medio de un jugador que con su capacidad de liderazgo se convirtió en algo más que un futbolista.
El argentino deja el club azulgrana por tres razones: el poco peso que tenía en el actual Barcelona, el dinero y los minutos que le ofrece el Hebei de China para poder estar en condiciones de afrontar el Mundial de Rusia 2018 con la selección albiceleste. Se espera que los próximos días se confirme su fichaje por el conjunto asiático.
Todo ello pesó más que su amor a un escudo que defendió con enorme dignidad y peso durante ocho temporadas.
Pocos podían pensar en 2010, cuando firmó por el Barcelona, que dejaría tanta huella en el club azulgrana. El equipo español se llevaba a un futbolista importante en el Liverpool, pero sus cualidades brillaron aun más en su nuevo destino.
Mascherano llegaba como centrocampista, pero fue reubicado al puesto de central por el técnico Josep Guardiola, a quien no le importó su liviandad física. Lo sacrificó con tal de encontrar un jugador con anticipación, colocación, rapidez y salida de balón. Lo que necesitaba para su triunfal Barcelona.
Desde su llegada fue siempre un fijo para Guardiola y luego para los sucesivos entrenadores que tuvo, incluyendo a Tito Vilanova, Gerardo Martino y Luis Enrique. Cada temporada estuvo por encima de los 40 partidos disputados.
Pero el valor añadido de Mascherano, su aspecto diferencial, estuvo en su capacidad para liderar. Dentro y fuera del campo. Así, muchos lo sitúan como una personal crucial en el desarrollo de Lionel Messi.
Además, fue un favorito de sus compañeros por su profesionalidad y también de la prensa por su capacidad para analizar situaciones futbolísticas y extrafutbolísticas con tanta sinceridad como clarividencia.
La llegada de Ernesto Valverde esta temporada supuso un punto de inflexión. A sus 33 años, comenzó a acusar sus problemas para defender a delanteros muy físicos y el nuevo técnico del Barcelona lo apartó de la titularidad. Justo lo que menos le convenía dentro de una temporada con el Mundial como horizonte.
Antes tuvo que vivir el único punto negro de su carrera en el Barcelona al confesar en junio un delito fiscal. «Soy el responsable, no el culpable», diría.
Dicen que este suceso fiscal contribuyó a aumentar sus diferencias con la actual directiva del Barcelona. Sea como fuere, Mascherano fue desapareciendo progresivamente de los focos hasta convertirse en un jugador secundario. Una lesión muscular tampoco le ayudó a pelear por el puesto.
Mañana será mañana el protagonista de un acto de despedida organizado por el club y el jueves dirá adiós a los aficionados en el Camp Nou, antes del choque por la Copa del Rey entre su equipo y el Espanyol.
Mascherano se irá a un fútbol menos exigente y dejará atrás una brillantísima carrera en el Barcelona que incluyó dos Ligas de Campeones, cuatro Ligas españolas y cuatro Copas del Rey, entre otros trofeos. La estadística no cuenta intangibles que dieron razón a su alias: «El jefecito».