Eduardo Blandón

Si la sociedad fuera comparable a un cuerpo humano o a un organismo vivo, diríamos que la nuestra se encuentra grave.  Quizá no en punto de muerte, comatosa, pero sí en un estado que ameritaría preocupación y tratamiento intensivo.  Desafortunadamente no lo sabemos y seguimos como si nada, arriesgando nuestra extinción en menos tiempo de lo esperado.

Hemos perdido muchas de nuestras facultades.  Por ejemplo, ya no tenemos reflejos para el asombro.  Ahora nada nos sorprende: un asalto, el saqueo de millones en el Congreso, las patrañas en los hospitales… estamos inmunizados.  Leemos los periódicos y anestesiados por las desgracias de la vida, somos insensibles.

El Presidente defiende a sus allegados en lugar de investigar, un exministro de Salud confiesa que aunque haya gastado a mansalva, nada ha sido ilegal, “todo ha estado enmarcado dentro de la ley”.  Se habla de presiones de la “sui generis” Vicepresidenta, pero nada, absolutamente nada nos saca de la indiferencia.  El mundo sigue y somos solo un testigo más de los males de nuestro tiempo.

Estamos enfermos, la sociedad sufre de cuerpo, tiene fiebre, quizá anemia, pero eso no es todo.  También tenemos complicaciones psíquicas.  Algunos acusan cobardía, otros apatía, no falta el desgano.  Hay flojera generalizada, egoísmo, incapacidad afectiva, no sabemos comprendernos y optamos por aislarnos.  Ciertos están mal, se corrompen, asesinan y roban.

La corrupción está tan generalizada que ya nos hemos acostumbramos.  Solo buscamos cifras y suspiramos: “al menos no fue tanto”.  Se sabe que Portillo hizo piñata con el erario público, pero lo justificamos… decimos que hubo presidentes peores: “Berger y Arzú han sido los más grandes ladrones de la historia”.  Nos consolamos, respiramos profundos y alcanzamos el equilibrio.

Enfermos sin enterarnos.  Así estamos en Guatemala.  Sufriendo de acoso por los ladrones, encerrados en casa.  Nerviosos, vigilando el carro cuando lo dejamos en la calle.  Con sudor en las manos al pararnos en los semáforos.  Con odio frente al Policía Municipal.  Con ira cuando tenemos oportunidad de dar su merecido al delincuente.  Armados.  Violentos. Predicando amor y practicando odio.  Estamos muy mal.  Estamos verdaderamente jodidos.  Pero no nos hemos enterado.

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