Luis Enrique Pérez
En un acto de inauguración del ciclo escolar del presente año, celebrado en el edificio de la escuela El Jícaro, de Boca del Monte, el presidente Jimmy Morales dijo: “les quiero hablar rápido; pero rápido, niños. Y quiero que ustedes me escuchen.” El presidente Morales mencionó el llamado “sueño americano”, y agregó: “pero yo les quiero hablar de sueños que podemos realizar acá; del sueño guatemalteco. Imagínense ustedes: de vender plátanos en un mercado, a ser el presidente de Guatemala.” Esas palabras reclaman algunos comentarios.
Primer comentario. Importa, no que un ciudadano que ha sido vendedor de plátanos haya realizado el sueño de ser Presidente de la República. Importa una cuestión que puede plantearse así: ¿el presidente es mejor vendedor de plátanos que presidente? Si es mejor vendedor de plátanos, la actividad económica platanística quizá ansía que retorne, para que contribuya a incrementar las transacciones platanísticas. Si es mejor presidente que vendedor de plátanos, quizá la Presidencia de la República intente retenerlo “ad aeternum”, para que prosiga su magnífica obra gubernamental. Si es tan buen vendedor de plátanos como buen presidente, quizá se suscite una ardiente disputa sobre su valor económico y su valor político.
Segundo comentario. Importa, no que un ciudadano que ha sido vendedor de plátanos sueñe en ser Presidente de la República, y lo sea, y pretenda brindar un ejemplo de sueño extraordinario que puede ser realizado “acá”, en y Guatemala, y no “allá”, en Estados Unidos de América. Importa que quien ha sido electo presidente brinde un ejemplo de aptitud y honradez. Es apto el presidente que desempeña idóneamente las funciones que la ley le adjudica; y es honrado el presidente que no aprovecha la autoridad y el poder que la ley le adjudica, para enriquecerse ilícitamente.
Tercer comentario. Importa, no que un ciudadano que ha sido vendedor de plátanos se jacte de haber realizado su sueño de ser Presidente de la República, como si esa realización convirtiera al país en un paraíso. Importa que el pueblo se jacte de haber realizado el sueño de elegir a un presidente apto y honrado. Y precisamente plantéase esta cuestión: ¿puede jactarse el pueblo de haber electo a Jimmy Morales? Si no puede jactarse de esa elección, el presidente Morales tendría que prohibirse su propia jactancia, y agradecer la resignación popular, y pedir perdón por el sueño realizado de quien fue vendedor de plátanos.
Cuarto comentario. Importa, no que un ciudadano que ha sido vendedor de plátanos autoproclame, con osada arrogancia, ser ejemplo de realizar el sueño de ser Presidente de la República, y que exhiba su éxito como si fuera una grandiosa hazaña de la república. Importa que el ciudadano que es presidente autoproclame, con permitida legitimidad, ser un ejemplo de acierto electoral de los ciudadanos, porque gobierna con superlativa aptitud y milagrosa honradez, aunque no haya sido vendedor de plátanos.
Quinto comentario. Importa, no que un ciudadano que ha sido vendedor de plátanos, y que ha realizado su sueño de ser Presidente de la República, crea que, por esa realización, merece un colosal monumento nacional. Importa que el ciudadano que ha sido electo para ejercer la presidencia, gobierne con aptitud tal y con honradez tal, que su gobierno propicie la prosperidad de todos los guatemaltecos, aunque nunca haya vendido un plátano.
Sexto comentario. Importa, no que los niños escolares sepan que quien ha sido vendedor de plátanos ha realizado su sueño de ser Presidente de la República, y entonces, por ejemplo, algún niño decida ser vendedor de plátanos, y soñar con ser presidente. Importa que esos niños sepan que un presidente apto y honrado contribuye a la prosperidad de la nación, aunque no haya tenido un glorioso pasado platanístico. O importa que sepan que no es lo mismo ser ejemplo de éxito en un proceso electoral presidencial, que ser ejemplo de éxito en el ejercicio de la presidencia.
Post scriptum. No pretendo sustraer méritos que el presidente Jimmy Morales pueda tener, ni adjudicarle méritos que, creo yo, no tiene. Esa sustracción compete a sus adversarios políticos, y no soy uno de ellos; y esa adjudicación compete a sus aduladores, y tampoco soy uno de ellos.