Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt
@ppmp82

El editorial de ayer de este medio decía: “Hoy el país vive nuevamente los devastadores efectos de un terremoto provocado por el desborde insolente de la corrupción que ha convertido al Estado en una institución únicamente útil para promover negocios sucios, desentendiéndose de sus obligaciones para con los ciudadanos y la atención a los sectores más vulnerables. En comparación, este terremoto ha causado más daño y destrucción porque sólo Dios sabe cuántas vidas se han perdido por el despilfarro que deja sin recursos a los hospitales, a las fuerzas policiales y a las instituciones encargadas de aplicar castigo a los criminales.

Pero lo más grave es que mientras en 1976 bastaba salir a la calle para ver el efecto devastador de aquel terremoto, ahora parece muy difícil que la ciudadanía tome conciencia de cuán terrible es el daño de una corrupción galopante que nos condena a ser testigos de esa incapacidad para combatir la pobreza y que ha expulsado a más de dos millones de guatemaltecos que no tuvieron más remedio que emigrar en busca de las oportunidades que el país no ofrece.

Es este tiempo de reconstrucción porque hay que remover los escombros de la corruptela y la impunidad para edificar una nueva Guatemala en la que aseguremos el imperio de la ley y la transparencia en el manejo de todos los fondos públicos. Una nueva Guatemala que expulse a esos políticos rastreros que pervirtieron el sentido de la función pública porque la misma es usada únicamente para hacer negocios y trinquetes. Una Guatemala en donde la gente no ande en busca de excusas y en la que todos asumamos la responsabilidad de nuestros actos, punto de partida indispensable para emprender un nuevo rumbo que nos aparte de esa falsa certeza jurídica tan cacareada que no es más que la consagración de derechos adquiridos corruptamente.

El reto de este año es reconstruir al país.”

Y me doy a la tarea de reproducirlo casi íntegro porque personalmente comparto esa visión institucional de La Hora que conlleva la reconstrucción de un tremendo país, integrado por gente maravillosa que ha sido víctima de los intereses perversos de minorías poderosas y con cultura de poder que nos han llevado a convivir en condiciones adversas que han incidido de manera directa en el desarrollo humano de nuestra gente.

Es necesaria la reconstrucción de temas tan elementales como la transparencia, la solidaridad, la confianza, la tolerancia y la ejecución de una agenda mínima nacional que nos permita llegar a los puertos que necesitamos si de verdad deseamos ser una sociedad basada en crecimiento integral y sostenible para la mayoría.

Bajo las condiciones actuales no se puede crear riqueza de forma consistente acortando las grandes brechas que se han venido generando desde que fuimos fundados como nación. Este deseo de sacar adelante al país no debe admitir ideologías y como bien decía el Minutero de hace unos días: “No debe haber división al hablar de corrupción, uniendo a la gente decente se aísla al indecente”. Nos llenamos la boca diciendo que somos muchos los que queremos un cambio en Guatemala, pero ya va siendo La Hora que lo demostremos con hechos, sentados en una mesa acordando una agenda común que podamos materializar en los próximos meses.

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