Por Andrei Sokolov
Berlín
Agencia (dpa)

Justo después de las elecciones presidenciales estadounidenses en noviembre de 2016, el fundador de Facebook, Mark Zuckerberg, negó vehementemente que las noticias falsas y la propaganda en la mayor red social del mundo hubiesen influido en el resultado de los comicios.

«En lo personal creo que es una idea bastante loca que las noticias falsas en Facebook, que conforman una parte muy pequeña de los contenidos, hayan podido influenciar las elecciones de alguna manera», afirmó Zuckerberg. Los votantes eligen en base a su experiencia vital, subrayó. Menos de un año después se arrepentía de haber usado estas palabras.

Porque desde entonces varias investigaciones en profundidad mostraron que Facebook y Twitter fueron el escenario de un proyecto a gran escala para profundizar las tensiones de la sociedad estadounidense. Por lo que se sabe hasta ahora, el origen de esta campaña estuvo en Rusia, aunque el Gobierno de Moscú niega ser responsable.

El efecto que tuvieron sobre los comicios es muy difícil de determinar, pero el caso está en manos del Congreso estadounidense, que quiere esclarecer mejor lo ocurrido y presiona a las empresas de Internet para que den mayor información.

Al final, Facebook descubrió 470 perfiles con presuntos nexos con Rusia que pagaron unos 100 mil dólares por propagar unos 3 mil comentarios con trasfondo político.

«Nuestro análisis revela que estas cuentas y páginas estaban conectadas entre sí y que se las administraba desde Rusia», indicó el responsable de seguridad de Facebook, Alex Stamos.

Primero Facebook aseguró que el efecto era muy limitado en comparación con los gastos generales en propaganda electoral. Pero en octubre la empresa reconoció que esos mensajes llegaron a unos diez millones de personas en Estados Unidos.

En esos 3 mil anuncios de lo que se trataba era de aumentar la tensión entre los grupos étnicos y sociales. Los autores se centraron en los estados norteamericanos con un resultado electoral abierto y se dirigían específicamente a ciertos grupos sociales.

En unos casos se alimentó el miedo a los inmigrantes musulmanes, en otros la indignación por la discriminación de los estadounidenses negros. Después, Twitter también detectó unas 200 cuentas presumiblemente dirigidas desde Rusia que intentaban influir en el ambiente general en Estados Unidos.

Ya antes se conocía que además de su actividad en Twitter, el equipo del actual presidente, Donald Trump, había utilizado anuncios de pago en Facebook para movilizar a sus bases y desanimar a quienes apoyaban a su rival, Hillary Clinton. Pero las revelaciones de los últimos meses plantean cuestiones más profundas: ¿Es fácil montar una manipulación de la opinión pública en las redes sociales y difícil de controlar? ¿Las plataformas no hacen lo suficiente para impedirlo o es que sus posibilidades son limitadas?

Las compañías aseguran haberse tomado el problema muy en serio y mejorar constantemente en la identificación rápida de las cuentas falsas.

Existe un patrón típico detrás de estas cuentas, asegura un experto en seguridad informática: se crean perfiles que se ven como otros miles, con algunas presuntas informaciones personales, una foto de perfil y un par de imágenes de capuchinos en cafés. Poco después los perfiles se «duermen» y únicamente se activan todos en masa cuando se los necesita.

Antes de las elecciones en Francia, Facebook bloqueó unas 30 mil de este tipo de cuentas, y antes de las generales en septiembre en Alemania, otras 10 mil.

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