Aunque usted no lo crea, la red hospitalaria del país es un sistema que funciona eficiente y eficazmente porque desde hace varios años fue diseñado para servir a quienes tienen el interés de utilizar el aparato para el negocio de los medicamentos y los servicios en lugar de luchar por hacerlo una instancia de asistencia a las personas.

¿A quién en Guatemala le importa la atención que se le da a los pacientes? SI no es a los mismos pacientes, no hay nadie más que sienta la angustia de un mal servicio que se refleja en un trato agresivo a los pacientes, falta de recursos e insumos, prácticas inadecuadas y estadísticas de terror.

Muchas veces en el sistema de Salud, atendido en varios casos por personas verdaderamente comprometidas con esos pacientes que los buscan, no tienen ni las herramientas ni la estructura para poder hacerle frente a los grandes requerimientos de una sociedad que no tiene ni la alimentación adecuada para pensar que vivimos de manera saludable.

Si a eso le sumamos que el conformismo de otra parte de los servidores, se entiende el martirio por el mal trato a algunos de quienes piden asistencia médica y notamos que más que un servicio a la ciudadanía se le está ofreciendo un suplicio a quienes por cuestiones del destino, requieren atención.

La red hospitalaria del país debería ser un centro de alivio para quienes están en momentos que, evidentemente, no son los mejores. Nadie que esté libre de un severo padecimiento, visita un centro de salud guatemalteco a menos que sea por visitar a un pariente, porque se conoce del complicado y frustrante proceso que esto representa.

Pero mientras eso sucede, allí andan los millonarios de la salud dándose los lujos de un sistema corrupto y monetariamente muy rentable para los grupos que lo controlan. ¿Desde hace cuánto se hacen denuncias de los medicamentos sobrevalorados, de compra de equipo a precios multiplicados y de plazas fantasmas? Pero, lo más triste, que no hay un proceso serio que venga a detener este problema.

Y casi al mismo ritmo en que crecen los millonarios, crecen los indicadores con los que la población se marca como una sociedad carente del más mínimo servicio que les garantice que en caso de una emergencia o una enfermedad, habrá quien les atienda con equipo e insumos suficientes para sacarlos de la crisis. Mientras tanto, el sistema funciona eficientemente para los ladrones que lo han manejado durante tantos gobiernos.

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